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presa es!
Palabras pronunciadas por Octavio Castro Saborío en el Cementerio, ante el cadáver de Luis Alcides Castro, el 27 de mayo de 1906 SeÑORES: Triste, tristísimo es en verdad el motivo que nos congrega hoy en este sagrado lugar: venimos dar sepultura Luis Alcides Castro. Quién nos lo hubiera dicho, que tan corta edad, cuando apenas empezaba en su rostro dibujarse levemente la sonrisa de vivir, había de ser también víctima de la muerte, víctima de esa fiera indomable que sin saciarse nunca, arranca sin compasión del seno de nuestra sociedad los seres que más queremos, que sin anunciar siquiera su fatal llegada, sorprende traicionera en el camino de la vida y como una pantera hambrienta más se goza cuanto más joven su Ah señores! Qué triste debe ser morir, morir alla en la tierra extraña, sin el abrigo de los suyos, sin sentir, cuando el frío de la muerte invade nuestro cuerpo, el calorcito mitigador de las manos de nuestra querida madre, que puestas sobre nuestra frente combaten como un león por salvar nuestra existencia. Luis Alcides murió sin ese consolador amparo. Que triste, que dolorosa le debe haber sido la muerte! Porque no se resigna morir un joven en el esplendor de los años, en el placer de la vida, en el asomo del porvenir que para él se veía tan despejado y, aparte de esto, sin el consuelo de su familia, sin el último beso de su afligida madre.
Cuando la cruel noticia hirió nuestros corazones, la rudeza del golpe cavó en nuestra alma honda grieta para guardar en ella como en arca de oro tu grata memoria y hoy también cava el sepulturero honda foza para albergar en ella tu yerto cuerpo. tus amigos, los de la infancia, los que disfrutaron de tu habitual alegría de tu plácida charla, de tu sincera amistad y limpia franqueza, al contemplar con ojos anegados en lágrimas tu prematura partida al mundo de lo ideal, ahogando un sollozo más en sus gargantas, me comisionan te envie su postrer adiós a esta vida de amarguras y quebrantos y yo, cumplo fiel mi cometido, aunque no como lo deseara hacer, no por falta de voluntad sino porque mis facultades me lo impiden.
Adiós amigo querido, adiós para siempre te dicen tus viejos jóvenes compañeros!
Coloquemos sobre su tumba una corona tejida cada una de sus hojas con el llanto que tu muerte nos ha hecho verter, única prenda de gratitud y afecto que podemos ofrecerte; recíbela con ojos de cariño para tus amigos que embargados en el más profundo dolor te dicen una vez más: adiós amigo Luis, que el frío de las lozas que te han de cubrir dentro de breves momentos te sea leve.
No olvides a tus compañeros que hoy lamentan y lloran tu inesperay da partida que ellos tampoco te olvidarán! Descanza tranquilo en el seno de la tierra. 1548

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