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LA SEMANA lucha sorda que los intereses encontrados suscitan. Chumaceiro deja un vacío entre las gentes que con él nos tratábamos por acá, y lo echaremos en falta muy particularmente cuando, la hora en que los josefinos maleantes se agrupan chismorrear en las esquinas de La Magnolia, dábamos con el en ese club al aire libre y, escabulléndonos de allí, nos ibamos tan guapamente por esos mundos, entretenidos en departir y charlotear sobre los negocios siempre nuevos que al corazón y las musas atañen. Pero si el noble poeta, pero si el buen amigo nos ha abandonado, tenga él por seguro que a todas partes han de ir tras él, como avecillas invisibles, los sufragios que sus devotos desde aqui con el corazón hacemos por su bienandanza.
David Chumaceiro, el poeta inspirado, el amigo cariñoso, el trabajador pertinaz, ha abandonado el suelo costarricense para fijar sus reales en la joven y activa República de Panamá. Varios años residió entre nosotros este distinguido intelectual, hijo de Curazao. De raza judia, nació, como todos los suyos, inclinado al Comercio, si no es así, porque este descendiente de Israel parecía más sometido a la influencia de Apolo que la de Mercurio, lo menos con el ejercicio de ese ramo se ganaba el sustento, ya que en la despensa de las musas no suele haber otra cosa que cabellos de ángel y rayos de sol. Pero, no obstante el prosaico menester en que se ejercitaba, la inteligencia de Chumaceiro divagaba constantemente por el país del Ideal, como una mariposa que sigue, aleteando siempre, los pasos silenciosos del alba a través de las cumbres. En sus versos y en sus conversaciones nos contaba el poeta las impresiones quc traía de esos viajes ultra planetarios, y nuestro espíritu de burgués impotente gozaba oyendo, como si fuera música de orbes, las confidencias estrafalarias que nos hacía: en el mundo de este viajero hay todo lo que los simples mortales, los mortales simples, nos empeñamos en buscar por aquí inútilmente; amor verdadero, justicia, honradez, felicidad y. otras cuantas paparruchas de este mismo pelaje. Pero a Chumaceiro le sucede lo que todos los soñadores. que anda testarazos con la realidad, y, de resultas, lleva más de una herida en el corazón. Los soñadores suelen ser más desgraciados que los mortales de meollo lo Panza; pero el ensueño, váyase lo uno por lo otro, es sin duda una fuente de altruisEl que sueña y sufre tiene, en cambio, por lo general, un corazón generoso. Este tipo se encarna admirablemente en Chumaceiro. Los que lo conocemos no solamente amamos en el ese poder de la fantasia, dón de los poetas, que tiene virtud para embellecer las cosas más triviales, sino también ese natural bondadoso que hace posible la confraternidad humana en medio de la Ni es éste el único amigo que en estos días nos ha abandonado: también cl Doctor don Alonso Reyes Guerra recogió y plegó la tienda de peregrino que en este suelo había levantado; mas no para proseguir su caminata errabunda través de las Américas, sino para volver al terruño querido que con átomos selectos acertó a formar en él la víscera que siente y el cerebro que fulge. Durante tres años fué nuestro huésped ei distinguido salvadoreño de cuyo viaje aqui damos cuenta: sirvió como profesor de Castellano en el Liceo de Costa Rica y en la Escuela Normal de Mujeres; se hizo respetar y querer por la dignidad y la corrección de su conducta y supo ser siempre caballero culto y al día en los centros sociales por donde pasaba: no es extraño que la sociedad josefina lo eche de menos. Pero los que tratamos intimamente al Doctor Reyes Guerra, los que cultivamos junto con él una misma heredad en el terreno vasto de las ideas, los que sentiamos el calor de afecto que, al contacto de la amistad, despedía su alma generosa, estos tales estamos en ocasión de sentir por modo particular la ausencia del noble salvadoreño que ahora vuelve su patria y cuya ventura pedimos con efusión los dioses.
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