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sus fulgores, con ellos se apagará mi vida, señorita permanecen ambos mudos y conmovidos. ANA. Adiós, Juan.
JUAN. Dónde vas?
ANA. Tal vez al Norte, talvez al Sur.
JUAN. No quieres decirme adonde?
ANA. Es mejor que no lo sepas.
JUAN. No podremos de cuando en cuando sólo dos palabras.
para saber dónde estamos. cómo vivimos?
ANA (niega con la cabeza. No. es el más grande de los peligros que podemos exponernos JUAN. Es cierto. toma la mano de Ana. Adiós!
ANA (turbada, profundamente conmovida. Juan este anillo fué arrancado del dedo de una mujer muerta muerta cuando acompañaba su marido hacia Siberia. ella le siguió siempre fiel hasta el momento en que la sorprendió la muerte. con sonrisa graciosa) Nuestro caso es el contrario.
JUAN. Ana. le besa la mano con afecto. ANA. Es la única joya que yo he usado Piensa en aquella historia, Juan, y en las horas de desaliento, contemplalo pensando siempre en aquella que lejana de ti. solitaria como tú. combate la misma batalla secreta. Adiós!
JUAN (con desesperación. Jamás, nunca más nos volveremos encontrar?
ANA. Si nos volvemos a ver seremos unos náufragos sin salvación.
JUAN. Podré soportarlo?
ANA. Quien no se desanima se hace más fuerte cada vez (quiere irse. JUAN (deteniéndola. Ana! Hermana mía!
ANA (sollozando. Juan! Hermano mio!
JUAN. No puede un hermano pedir un beso a la hermana.
antes de separarse para siempre. ANA. No, Juan, no.
JUAN. Sí, Ana, sí (la toma en sus brasos para besarla; sus labios se encuentran y se unen en un inico, amoroso y largo beso. Después Ana se desprende de sus brazos y poco poco va hacia el fondo por donde desaparece. Juan permanece silencioso, luego pasea por el cuarto, mesa sus cabellos, suspira, gime, se detiene y escucha con ansiedad. Se oye lo lejos el rumor de un tren que llega.
Juan corn la veranda y escucha. Se escucha la campana de la estación, una, dos, tres veces, luego silbido de la locomotora que parte. Juan vuelve y cae sobre una silla. Llora. Luego se levanta, se dirige hacia el gabinete de estudio, se detiene, reflexiona un momento y en seguida huye por el fondo. Después de un rato vienen del dormitorio el señor y la señora Vockerat. Vock. llama. Juan!. Crei que estuviera todavia aquí.
SRA, VOCK. Debe estar arriba.
VOCK. Sí, en su cuarto. El pobre tiene necesidad de reposo.
No lo molestemos. Podríamos sin embargo suplicar Braun que lo acompañe.
SRA. VOCK. Es verdad; en enseguida lo mando llamar. Quieres que suba un momento?
VOCK. Es mejor que no, Marta (va al fondo y abre la puerta vidriera. Qué hermoso claro de luna!. Escucha.
SRA. VOCK. acercándose. Qué?
Vock. Serán patos silvestres. sí, mira aquel punto negro allá en el lago.
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