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No obstante, el sistema Wheatstone, fué sin duda el más comprendido, y aunque al principio no solamente era muy complicado, sino caro el aparato, fué simplificándose hasta conseguir que trabajara con dos conductores únicamente.
De acuerdo con Quetelet, el telégrafo que nos ocupa tenía también la gran introducción del alarum o timbre de aviso. La campana de aviso funcionaba por medio de un martillo en combinación con un aparato de relojería según que se lanzara o que se detuviera la corriente, imantando desimantando de acuerdo con su manejo.
La mecánica en combinación con la electricidad prestaba desde entonces sus variados servicios, y Sheinheil exhibió su telégrafo casi en la misma época que Wheatstone, introduciendo, sobre todo, la gran reforma de usar nada más que un hilo conductor, sirviéndose de la tierra como de un verdadero alambre de retorno.
El año 1837 aparece Morse, de Filadelfia, con su telégrafo eléctrico ideado desde 1832, cuyo aparato por las funciones puramente gráficas, es semejante al de Sheinheil, aunque la base de su formación se funda en la propiedad de la atracción magneto eléctrica, de una palanca metálica que al moverse imprimía una señal, y en esto último, es en lo que se parece el aparato al de Sheinheil. Hecho el examen del invento de Morse, en un circuito de diez millas ante una comisión del Congreso de los Estados Unidos, tuvo tal éxito, que el gobierno norteamericano concedió a su autor una subvención monetaria para ensanchar en mayores campos su maravilloso invento.
DOMINGO MONJE ROJAS (Continuan)
Cantares La felicidad Mis ojos puse en tus ojos, y mis labios en tus labios; y entre los dos pasó un niño con los ojitos vendados, En la mente las ideas, cual las olas en el mar, siempre están en movimiento sir detenerse jamás.
Un cielo azul dos estrellas brillando en la inmensidad; un pájaro enamorado cantando en el florestal; por ambiente, los aromas del jazmin y el azabar; junto nosotros el agua brotando del manantial: nuestros corazones cerca, nuestros labios mucho más, tú levantándote al cielo y yo siguiéndote alla, ese es el amor, mi vida, iesa es la felicidad. Son los besos cual los signos que se trazan en el aire; aparte de quien los dá, la intención, no sabe nadie, De tus ojos soberanos una lágrima brotó: resbalo por tu mejilla y en tu seno se ocultó.
Cruzar con las mismas alas los mundos de lo ideal; apurar todos los goces, y todo el bien apurar; de los sueños y la dicha volver a la realidad, despertando entre las flores de un césped primaveral: los dos mirándonos mucho, los dos besándonos más, ese es el amor, mi vida, iesa es la felicidad. Quién fuera esa lagrimita; llegar donde ella llegó.
y allí, escuchar, quietecito, palpitar tu corazón.
DARÍO DOLLARPA 1576 MANUEL ACUNA

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