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Patria Para Has Ilustrados La tormenta se liabía desatado con furia aterradora. El viento en lucha aguerrida con la lluvia, en medio del contundente trueno interru pida la densa obscurridad por eléctrica chispa desprendida del seno de la nube, llenaba el alma de miedo, pero de ese miedo divino que acusa nuestra pequeñez y debilidad en presencia de esos grandes fenómenos que se pasan en el laboratorio de la Naturaleza. Dónde hay nada más imponente que esa lucha de los elementos cuando se lanzan unos sobre otros medir su poder y fuerza?
Aquella noche el viento bramando, airado azotaba la ventana y la violácea y rápida luz del relámpago que describía enorme zig zag, iluminaba por instantes la estancia donde se veían cuadros con negras colgaduras y entre los que se destaca ba, uno de mujer de medio busto esfumado. Un anciano estaba sentado con la cabeza caída hacia adelante, como quien medita profundamente, embargado por la pena. Un niño, como de unos ocho años, dormía sobre sus rodillas, con la cabecita recostada blandamente en el pecho y medio escondido entre la blanca barba del viejo Era su hijo, el único que de su matrimonio le había quedado. Su esposa estaba recién muerta.
La tormenta cesó por fin: el padre, saliendo de su profunda meditación, levantó la cabeza al mismo tiempo que su hijo despertaba, imprimiendo éste un beso en una de las mejillas del autor de sus días, la sintió lumedecida. Entonces el niño exclamó. Por qué tu mejilla está húmeda? No debe ser sino por el llanto.
Díme, por qué lloras. Ay, hijo mío! exclamó el anciano con acento entrecortado por el sollozo No me quedas más que tú en el mundo; tu madre, la compañera del alma que el cielo me había deparado, me la arrebató ese mismo implacable cielo. Mi patria, esa madre común, también hiela mi alma, con el vacío que aquí siento. el anciano colocó su diestra sobre el pecho. qué es patria, padre? Interrumpió el niño, mientras peinaba con sus dedos la barba del anciano. Ah. replicó éste. Esa palabra, hijo mío, encierra un poema de amor y ternura. Si le liablaras al sediento del agua cristalina de las fuentes y al ciego de los esplendores de la Naturaleza, del azul de los cielos, de los rostros angelicales: si le hablaras al ha raposo de los vistosos y ricos trajes del potentado y al huérfano del inefable placer que el hijo encuentra en el corazón de su madre; si hablaras al paciente que race postrado en cama, presa de agudo tormento, de los placeres de la vida, menos dolor le causarías que preguntarle al proscrito por las florestas que le vieron nacer, por su tierra querida Patria. Donde se deslizaron tranquilos y felices los años de mi primera edad; donde cada noche, mientras yo dormía en la cuna arrullado por los cantos de ese ángel custodio que se llama madre, sentía sobre mi frente el ósculo puro de sus labios; donde tantas veces regué con mis lágrimas las tumbas de seres queridos del corazón que me amaron en vida con acendrado y sincero cariño: allí está mi patria. Pero jay! hijo mío; un día los infortunios de la vida me arrojaron de sus playas encantadoras, de aquel lugar donde tengo concentrados todos mis 1578

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