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Don Quichotte POR JEAN RICHEPIN Drama estrenado en la comedia francesa, el 16 de octubre de 1905 El Quijote de Miguel de Cervantes no sólo es prodigioso por la crea ción de los caracteres, la ingeniosa multiplicidad y el entretenimiento de las aventuras, la perfección del estilo, según la opinión española, única que debemos atender acerca de este último punto, sino también porque ofrece el singular ejemplo de ser un libro de ironía en que irradian el entusiasmo y la fe. Aunque lo menos en el principio no estuvo en la intención del autor otro fin que zumbar los libros caballerescos en que se envilecía la primitiva y augusta canción de Gesta, ese libro paródico se eleva en la admiración universal con la magnitud de una epopeya. El ridículo émulo de Amadís, de Florismar de Hircania y de don Kyrie Eleison de Montauban, nos parece tan grande como Rolando o el Cid: y más grande aún porque emana de don Quijote un símbolo más sublime de bravura abnegada, de virtud caritativa, de tierna justicia y en una palabra, de ideal la vez divino y humano. Por ello es que no obstante las objeciones del conde de Gobineau, Ricardo Wagner, pensador enamorado de los mitos, admiraba tan ardientemente al dulce caballero de la Quimera Rocinante.
Cierto que la transformación del héroe de la triste figura en Ggura radiante y casi sagrada, se advierte desde el libro de Cervantes, pues el delicadísimo y precioso poeta de la Galatea, el humilde y soberbio manco de Lepanto. el que dijo: Las cicatrices de los héroes son como estrellas que guían a los demás al cielo del bonor. 10 podía tardar en corregir las burlas demasiado toscas con que abrumó su pobre y buen héroe, hijo querido de su alma; por eso en la segunda parte de la novela. sin duda por nobleza de inspiración personal y quizás también aleccionado por el éxito y para triunfar mejor del inmundo plagiario Avellaneda las aventuras casi dejan de ser divertidas, poseen la gravedad del verdadero peligro, de un heroísmo más eficaz, de un fin heroico más acentuado, y el héroe extravagante, cuya ilusión casi adolece de falsedad en la escena de la cueva de Montesinos, nos conmueve mayormente con la melancolía más altanera de su demencia.
Cervantes ha tenido después por colaboradores todos los espíritus de Europa, la muchedumbre y toda clase de artistas, aquéllos continuando la novela en la leyenda, éstos elevándola y exaltándola en pinturas poemas. Quién podría enumerar los Don Quijotes que existen en Francia y dondequiera, cada vez menos bufones y más y más hermosos y pensativos? Muy reciente es la pieza desordenada y mal escrita, pero conmovedora y llena de énfasis notable que, proporcionando supremas alegrías un pobre poeta vencido, nos hizo conocer Bour, muy adepto y meritísimo artista; y sobre todo el admirable y generoso poema dramático, la Ultima Dulcinca, del conde Alberto du Bois, que tanto en algunas escenas, como en la concepción general no está lejos de parecer una obra maestra; finalmente en un drama aclamado con justicia, cuya representación hace el mayor honor a la Comedia Francesa, el ardoroso poeta Jean Richepin elevando las cosas lo supremo, durante los dos primeros actos, según su derecho y su deber, ha divinizado definitivamente. me1586
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