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ra realizar la unión de las dos nacionalidades; Amor, el pillin, más sagaz sin duda que los políticos, tiene soluciones para todos los problemas. He aquí, si no, Isabel de la Guardia que atrae el corazón de Manuel Jiménez, y lo hace panameño, y Manuel Jiménez que echa el manto de la ley sobre los hombros olímpicos de Isabel de la Guardia, y la hace costarricense. Hay nada más sencillo ni más ingenioso? Páginas Ilustradas ofrece por anticipado su saludo cariñoso y efusivo la nueva pareja.
natural, con la práctica. El público lo oye siempre con placer y lo aplaude con justicia. En cuanto a los demás, bástenos decir que si sus cualidades no resaltan aún como deben es sin duda por falta de escuela. No hay, sin embargo, dificultad que resista la vocación firme y la práctica inteligente. Trabajen con empeño los aficionados costarricenses y algún día tendrán por suya la hurana victoria. En el interin, el público josefino los estimula con su asistencia y con sus aplausos. Efectivamente, en las últimas representaciones el Variedades ha estado lleno y ha habido aplausos cariñosos para los artistas en cierne. El domingo pasado la Compañía puso en escena Los picaros celos, Calderón y El terrible Péres. Podemos asegurar, fuer de cronistas observadores, que el público pasó un rato muy agradable. No terminaremos este parrafillo sin animar al señor Blen, director de la Compañía, y al maestro costarricense, señor García, director de orquesta, para que continúen trabajando como hasta aquí, con tenacidad y abnegación, por abrir nuevos horizontes al arte y por ofrecer a la sociedad grato y ennoblecedor entretenimiento.
Como un homenaje de simpatía muy sincera, Páginas Ilustradas tiene el gusto de publicar hoy el retrato de la señora doña Mariana Montealegre, que no ha mucho contrajo matrimonio con el apreciable caballero don Octavio García.
La que es hoy señora de García sirvió durante varios años, con inteligencia y habilidad, el puesto de Secretaria en la Escuela Normal de Mujeres, en donde se hizo querer sin envidias por la afabilidad y dulzura de su carácter. Profesores y alumnas la echarán muy de menos. Si la virtud les asegurase los hombres el dominio de la felicidad, la joven señora estaría desde hoy y para siempre bajo el amparo misterioso de esa hada, que, como una sombra, se sustrae, sin embargo, nuestras ardientes pesquisas.
Hoy unen su suerte con el lazo del matrimonio dos jóvenes que ocupan lugar distinguido en los centros sociales de San José: don Manuel Jiménez, doncel gallardo y hombre de esfuerzo, y la senorita Isabel de la Guardia, joven panameña que trajo a este país el brillo de su hermosura y el tesoro de sus virtudes, razón por la cual de buen grado le han rendido pleito homenaje cuantos la conocen y tratan, porque ese es privilegio de la hermosura sin presunción y de las virtudes modestas: triunfar dulcemente en todos los corazones. Hablóse no ha mucho de la unión posible entre Panamá y Costa Rica, pueblos muy semejantes en inteligencia y en índole, cuyos intereses corren por una misma quebrada y cuyos destinos visibles se dibujan, como la visión brumosa de un sueño. de una pesadilla, tal vez. en un mismo horizonte.
Pero esa graciosa pareja ha descubierto una fórmula tan llana como sencilla paHa poco regresó al país, después de corta ausencia, el señor don Isaac Zúñiga, joven cuya inteligencia pone marco luminoso la caballerosidad sin tacha que siempre fué escudo solariego de su familia. Lo saludamos atentamente.
El Dr. Zambrana, el maestro ilustre, cumplió en estos días sesenta años: así, pues, el hombre que lleva en torno de su cabeza, como cintillos de oro deslumbrante, la corona del pensador y la corona del hombre bueno, ostenta también de hoy más la corona de los años,
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