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nombre no aparecía inscrito en el libro de pasajeros. Pero pesar de todo eso, la tranquilidad no volvía al espíritu de Máximo y me ví obligado darle una pócima para que se aplacara un poco. Pasó el día sin novedad, y después de ayudarle en sus últimos preparativos iba separarme de él la puerta de su cuarto, cuando me rogó que lo acompañara por esa noche. Fué tal su insistencia que por no contrariarle hice poner otra cama y decidi acompañarlo. Ya al acostarse me suplicó que le diese algo para dormir y que yo velase sobre él, pues temía que le aconteciera alguna desgraLe di un poco de cloral y aligerándome un poco de ropas me senté en un sillón dispuesto velar.
cia.
Serían las ocho de la mañana siguiente cuando ful despertado por repetidos golpes dados en la puerta del cuarto. Me levante sobresaltado y abrí la puerta. Era el sastre que venía tallar por última vez el frac Máximo.
La habitación estaba oscura debido a que las persianas y cortinas no dejaban penetrar la luz. Avancé hacia el lecho de Máximo, le llamé primero suavemente y después voces, y por último lo sacudí violentamente.
Horror. Lo que tenía entre mis brazos era un cadáver!
El caso hizo mucha bulla. Los tribunales intervinieron en el esclarecimiento de los hechos que siempre han quedado envueltos en un profundo misterio Los médicos dictaminaron que la muerte había sido ocasionada por extrangulación: que el instrumento usado al efecto era una cadenita de cabellos rubios que se encontró al rededor de su cuello que dada la posición del cadáver era imposible que fuera un caso de suicidio y por consiguiente juzgaban que se trataba de un asesinato. que lo que más llamaba la atención era el hecho de que no había en la cadenita lazo corredizo, nudo ni nada que pudiese haber ayudado la presión, pues estaba estrechamente ligada al cuello, tan ceñida que se había introducido en la piel como pudiera haberlo hecho una serpiente que hubiese tenido la fuerza para ello.
Ya ven ustedes que la historia que les prometí comprueba mi teoría. Los objetos inanimados viven una vida ignorada de nosotros. Pero Doctor, no habrá más bien en este asunto una mano criminal? Nos decía Ud. que Máximo pretendía haber visto su ex suegro en el hotel. No pudo ser él el autor del crimen. Yo creo que no, aunque todo es posible y eso sería una explicación plausible. Pero. yo creo que Blanca. sí, Blanca quiso llevarse su amado al mundo donde no existen lazos de familia que impidieran su dicha.
San José, junio de 1906.
LEÓN FERNÁNDEZ GUARDIA 1614

    León Fernández Guardia
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