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LA SEMANA El domingo pasado tuvo efecto el match de foot ball en que dos sociedades de sport iban disputarse la copa por el señor Bennet obsequiada, para recompensa y estímulo de los vencedores en el flamante torneo. La sesión atlética estuvo sumamente animada: el público, que ya se viene aficionando esta casta de diversiones, tan saludables para el cuerpo como para el espíritu, acudió en gran número presenciar el hermoso espectáculo, el cual, como de costumbre, se verificó en la verde meseta de la Sabana, comparable, por su color y por su tersura, una gran mesa de billar, alli tendida como para que en ella jueguen y se refocilen gigantes. Rojos y verdes, que con esos nombres se designaban los dos bandos opuestos, disputáronse el triunfo con la gallardía propia de la noble juventud y con la bravura de quien siente sobre si el calor dulce de las miradas femeninas, y de quien, asimismo, espera cruzar, como un césar victorioso, por entre las filas de la multitud entusiasta. La suerte, que no la habilidad, porque unos y otros jugaron con esfuerzo equiparable, favoreció los rojos, pertenecientes al club denominado Juventud; los verdes, que, si no obtuvieron el triunfo, no son por eso menos dignos de la corona, forman parte del club en cuya bandera leemos la palabra Libertad, como símbolo y como nombre. El señor Presidente de la República, que siempre honra y estimula con su presencia esos nobles y provechosos ejercicios, que es muy aficionado, porque comprende y reconoce su importancia, dispuso que la música militar alegrase con sus acordes viriles la hermosa función esportiva, que tuvo, por lo tanto, ese aliciente más para la concurrencia.
tres zarzuelas del género chico en que campean y retozan la música alegre y el humor picaresco. Los amateurs de la Compañía Nacional pusieron de su parte, como siempre, en la ejecución de esas obras, todo el cuidado con que ellos procuran suplir modestamente lo que en escuela les falta; nada tenemos que decir, por lo tanto, en lo que toca a buena voluntad y esfuerzo; pero nos parece, y este reparo no milita contra ellos, que la función del domingo no fué ensayada todo lo que convenia. Así y todo, el público que asiste Variedades, noblemente dispuesto a estimular con su simpatía generosa los actores criollos, se mostró contento y no escaseó los aplausos. Nosotros no miramos con prevención la benevolencia que el público josefino otorga a la Compañía Nacional, antes bien, aplaudimos sinceramente ese sentimiento; porque, nuestro ver, merecen apoyo aquellos que sin pretensión, como aficionados humildes, buscan en el arte un medio honroso de subsistencia.
Creemos, consiguientemente, por esta razón, que el Gobierno mismo debía auxiliar nuestra compañía de aficionados. No subvenciona y sostiene el Estado una Escuela de dibujo y pintura. No costea también casi con largueza la edición de Páginas Ilustradas?
Pues en la compañía del señor Blen es el arte de la música, el arte que con razón se diría popular, porque todo el mundo lo siente, el que está pidiendo con instancia angustiosa protección y ayuda a los que pueden y deben dársela.
Ni es esta la única razón que hay para tender una mano con voluntad la compañía de diletantes: conviene también advertir que en ella se ganan la subsistencia unos cuantos costarricenses y que en ella tiene el público un lugar en donde dar esparcimiento agradable y digno al ánimo fatigado. La sociedad josefina perderá en breve ese centro de honesto deporte, si, como Presidente de la República, el señor González Víquez, que nunca volvió la espalda los cultivadores del Arte, no contribuye ahora con algo al sostenimiento de la Compañía Nacional.
Por la noche del mismo día, el Variedades ofreció al público josefino otro rato de entretenimiento culto y de grato solaz. La compañía del señor Blen llevó las tablas Maria de los Angeles, La epistola de San Pablo y Los granujas,

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