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Quisiera seguir, pero no puedo. El domingo triste, en el cual los que menos han escrito son Segarra y Juliá, me lo impide. Hay allí algo que se im.
pone mi voluntad: me doy cuenta de las palabras que Leopoldo Cano puso en boca de Marcial en La Pasionaria. Siento frío por la espalda me duele el corazón.
Nada más lejos de mi ánimo que dejar reverdecer en él viejos insensatos arranques: nada más en pugna con mi sentir que desear a Cuba y los cubanos, desdichas, calamidades y atropellos: no, por Dios. He visto que allí en aquel suelo ensangrentado por una lucha fratricida, inhumana, acaso más tenaz por ser quienes fueron los combatientes, no queda de ella ni rastro: he sentido en algunos lugares, de los que citan Segarra y Julia, lo mismo que ellos han sentido: he comprendido que hoy los cubano españoles y los hispano cubanos, son lo que debieron haber sido siempre, hermanos: me consta, porque lo he pulsado, el vehemente y ya realizado deseo de unos y otros, para que ni como recuerdo floten en el ambiente los viejos odios y los legendarios rencores: sé, he visto y quiero también todo eso: pero sin rencor, sin odio, sin sentimiento alguno agresivo ni hiriente para Cuba y sus hijos, ni para ninguno de estos que por su independencia lucharon, hay en mí una fuerza que se impone, que me angustia y martiriza y que me hace llorar en silencio, pero ardientemente, lo que España perdió; por ser España quien fué y por ser Cuba lo que és.
En continuo contacto y en íntima amistad con Segarra y con Julia, conociéndoles y conociéndome, no podrán jamás sospechar que en estas mal hilvanadas cuartillas, que quizás quedarian mejor inéditas y aun mucho mejor no escritas, quiera ni juzgar su obra ni hacer la critica de su estilo, ni mucho menos, modificar sus propósitos. No asi: escribí lo que pensé y senti, como ellos escribieron lo que sintieron y pensaron: ellos con sugestiva elegancia y amenidad: yo burdamente y sin galas de lenguaje con las que siempre estuve en malas relaciones: ellos con el ardor pleno de la edad dichosa, llena de idealismos generosos, de fantasías extáticas, de sueños paradisíacos: yo con la forzosa experiencia de la realidad; con la resignación del vencido: ellos con la sinceridad aquella que dije al principio: yo con la otra, con la sinceridad del que ha sufrido un dolor muy grande y lo confiesa.
Del valor literario de CUBA no puedo yo hablar. Los autores de ese libro son quienes para criticarme, en el buen sentido de la palabra: yo no soy nadie para criticar, no ellos, su obra.
Mi opinión favorable, de nada había de valerles: la contraria en nada habia de perjudicarles. Que yo he gustado del libro, sí se lo digo francamente aunque me haya dolido: que les envidio, en el concepto elevado de la palabra, también lo confieso y les envidio por dos razones, mejor dicho por tres: la primera por saber escribir de cosas muy serias en forma muy amena: la segunda por que el botón de muestra indica lo que será el paquete de sus excursiones por América, y la tercera por haber nacido veinticuatro años después que yo.
Ellos ván, yo vuelvo.
CÉSAR NIETO San José, Costa Rica, julio de 1906.
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