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contingente el loco intento de recuperar el Poder por fuerza de armas, aventura que terminó, como todos sabemos, con la muerte trágica de los hom.
bres que poco tiempo antes habían salvado Centro América del hierro esclavizador. El señor Argüello Mora nos ha referido después estos episodios en páginas llenas de vida.
Don Manuel Argüello Mora, que tan importante papel desempeñó en estos episo lios, fué condenado también pagar en un patibulo su locura de joven, sentencia que oyó con la misma serenidad con que había oído silbar las balas alrededor suyo en las endebles trincheras de la Angostura; pero el Gobierno le conmutó esa pena salvaje por destierro perpetuidad, y el de octubre abandonó de nuevo las playas de Puntarenas, esta vez bajo la impresión angustiosa de que no volvería písar suelo patrio.
Embarcado en el primer vapor que pasó por Puntarenas con rumbo Norte, fué parar otra vez al hospitalario suelo de El Salvador, dulce y propicio para los costarricenses, y de allí regresó Panamá para dirigir nuevasus pasos al viejo mundo. En este segundo viaje el señor Argüello Mora visitó Bélgica, Austria, Italia y Dinamarca. Volvía de Europa en 1861 y, al tocar en Puntarenas, camino de El Salvador, el Gobierno de don José María Montealegre le abrió de par en par las puertas de la patria, que una sentencia digna de Dracón le había cerrado con femeridad odiosa. Espiritu formado para la lucha, pegó la hebra sin más demora en el teje maneje de la política y contribuyó con su diligencia al nombramiento de don Jesús Jiménez para Presidente de la República, que, con su suavidad de índole y su rectitud de carácter, venía poner un apósito r«parador sobre el cuerpo herido y desangrado de la patria.
También por ese tiempo unió el señor Argüell. Mora su suerte la de una joven en que competían belleza y virtud, haciendo así que el amor aportase su vida, hasta entonces un tanto cuanto desastrada, el cl mento que morigera los ímpetus juveniles y la mano rlulce y cariñosa que, como una vestal, mantiene encendida en nuestros corazones la lámpara del afecto En 1864 fué llevado a la Corte Suprema de Justicia en calidad de Magistrado, puesto que hubo de desempeñar en varios períodos de su vida, y, cuando en 1888, se efectuó la reforma judicial, hoy existente aún, iniciativa de don Ascensión Esquivel, el señor Argüell. Mora fué llamado integrar la Sala de Casación, el más alto tribunal de justicia con que la Repúbli ca cuenta.
Hombre de variada iniciativa, en 1869 acometió el señor Argüello Mora varias empresas de agricultura ramo que entre nosotros suelen dedicarse aun los hombres cuya inclinación no parece entonar bien con los menesteres del arte bucólico; porque la palítica no es aquí un oficio, ni plegue Dios que lo sea, y la agricultura constituye el ejercicio natural de los costarricences que quieren contribuir con un contingente efectivo la obra del progreso común.
Ni solamente en la labranza probó sus fuerzas el señor Argüello Mora: también se estableció y trabajó en el Comercio, menester prosaico para el cual no parecía tener disposición alguna el viejo político; pero la casta de negocio en que hubo de emprender no revela ciertamente al hombre de mis.
trador que se enzarza en operaciones mercantiles sin otro fin que lucrar, sino al hombre de espíritu culto que aspira noblemente difundir la luz del saber.
1627

    ItalyManuel Mora
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