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Claro decimos con esto que el señor Argüello Mora se dió al comercio de libros. Allá por el año 1870 abrió, efectivamente, una librería que se ocupaba, no en vender, sino en alquilar obras, y esto en condiciones tan fáciles que cualquier quisque, por pobre que fuese, le era permitido darse un atracón de lectura, según su meollo se lo pidiese, que para todos los gustos había, menos, eso sí, para el de noveluchas de tres al cuarto, porque el señor Argüello Mora era, antes que comerciante, un hombre de conciencia literaria. Este librero sui generis no hizo negocio, por de contado, como no lo hizo con ninguna otra empresa, con su librería ambulante, o su Bazar Atlántico, que así se llamaba; pero extendió en cierta medida la cultura general del país con la circulación de obras que todavía andan por ahí dando alimento saludable las inteligencias, cada vez más numerosas, por dicha, que en la lectura hallan esparcimiento y deleite.
Aun podemos citar otro incidente curioso en fe de la noble porfía con que el señor Argüello Mora trabajaba por que entre nosotros se difundiese el gusto de los libros; hélo aquí: poseía la Universidad de Santo Tomás una biblioteca bastante numerosa, pero no se había abierto nunca al servicio del público; consiguió que se pusiese bajo su custodia; abrió los pocos lectores de aquellos días las puertas del local en que la biblioteca se hallaba, costeó la luz y se constituyó bibliotecario al honorem. Durante más de tres años prestó el señor Argüello Mora este servicio a la comunidad josefina. Es verdad que él se resarcía leyendo también; pero esto no disminuye el valor del servicio ni la alteza de los propósitos que lo guiaban.
En 1878 funda el señor Argüello Mora, en compañía de don Bruno Carranza y del Dr. Orozco, un semanal que se llamó La Reforma y cuyo objetivo era encauzar la política del General Guardia, Presidente de la República, por las vías constitucionales. La prensa de antaño pesaba no poco en el movimiento político del país, porque sólo los hombres de autoridad y saber osaban en esos tiempos sentar plaza de periodistas; no causa, por ende, sorpresa que el sagaz dictador aceptase de buen grado ideas que patrocinaban desde tribuna tan alta estadistas como los que hemos nombrado. El General Presidente (como entonces se decía) se mostró dispuesto, efectivamente, evolucionar en el sentido que La Reforma indicaba y, como resultado de ese avenimiento con las fuerzas de la oposición, el señor Argüello Mora fué llamade desempeñar la Secretaría de Fomento. El Ferrocarril del Norte recibió inmediatamente un impulso vigoroso merced la energía diligente que en su departamento desplegaba sin cesar el nuevo Ministro.
No abandonó ciertamente el señor Argüello Mora la carrera política en 1882, fecha en que dejó la Secretaría de Fomento; pero tampoco se entregó como antes al ajetreo desatentado en que viven por lo común los políticos militantes. Después de esa época, ocupó varias veces la curul del Magistrado y fué, asimismo, durante corto tiempo, el Procurador de la República; pero, sin darse punto de reposo, porque su naturaleza vibrante no le permitía estar mano sobre mano, empleó siempre su actividad en faenas de menos garbullo, como, por ejemplo, las labores agrícolas, sin que esto le impidiese viajar con frecuencia, su placer favorito y el más propio sin duda de un hombre culto.
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