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Pocos costarricenses tal vez han viajado tanto como el señor Argüello Mora: baste decir que estuvo dieciocho veces en la confederación norteamericana y en los estados del continente europeo. Calculemos todo lo que en la escuela de los viajes aprendería hombre de espíritu tan observador y sagaz como era el señor Argüello Mora y así acertaremos a medir el grado de cultura que llegó poseer este ciudadano eminente.
No es en verdad para creído que hombre de tanto movimiento pudiese entender en otras ocupaciones; y, sin embargo, al señor Argüello Mora nunca le faltó vagar para fijar en el papel sus ideas, sus impresiones y los acontecimientos históricos en que le tocó intervenir. Desde muy joven colaboró en El Correo de Ultramar y en los periódicos que, como aves de paso, atravesaban el cielo las veces brumoso de nuestra incipiente política. Pero su gran acervo literario lo reunió casi todo en las postrimerías de su fecunda y laboriosa existencia. Como esas largas y brillantes caídas de sol que solemos ver en los trópicos, la inteligencia del señor Argüello Mora, no conturbada jamás ni aun por el vaho enervante de la morfina, que una enfermedad penosa lo obligaba ingerir, estuvo derramando torrentes de luz, durante largo tiempo, sobre la duna donde, pueblo todavía primitivo, se levanta en confusión pintoresca el aduar de sus compatriotas.
Colaboró por esa época en todos los periódicos literarios que salieron la luz de la pulicidad, para desaparecer de repente, como entre nosotros por lo general ocurre, por escasez de público lector, con los papeles de esa indole, y enviaba a la vez los frutos de su ingenio Pluma y Lápiz, Álbum Salón, Blanco y Negro y La ilustración española y americana, una de las revistas más viejas y respetables de Europa. Esta colaboración consistía, sobre todo, en narraciones de viaje, y en cuentos de corte francés, pero de tema nacional, las más veces. Fué colaborador asiduo de Costa Rica Ilustrada, primera publicación de ese género que aquí hubo de aparecer y que él hacía interesante con sus donosos artículos de costumbres. Por cierto, y vaya de anécdota, que don Próspero Calderón, dueño de la revista que nos referimos, tenía que hacer copiar los originales que el señor Argüello Mora enviaba la Imprenta, porque en el taller no había tipógrafo que entendiese los garrapatos del distinguido escritor.
No se contentaba el señor Argüello Mora, sin embargo, con lo que en ese género producía como destajo su caletre ingenioso y vivaz, y compuso también algunas obras de la misma indole, pero que, así por su intención como por su desarrollo, pertenecen a la categoría más alta de la novela: Margarita (novela histórica. Elisa Delmar (novela histórica. La Trinchera (novela histórica) y Misterió. Un volúmen editado en 1899 por la Tipografía de Lines contiene esas obras y algunos cuentos y narraciones del mismo autor. Intitúlase Costa Rica pintoresca. Esta colección fué traducida al inglés en los Estados Unidos, donde, según parece, hay también público para nuestros escritores. No es para este momento el juzgar, oficiando de críticos, el valor literario de esas producciones; pero sí diremos que por todas ellas se derrama uno a modo de encanto sutil y penetrante, como el perfume de flores invisi1629 y
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