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Don Manuel Arguello Mora Era un viejecito de mediana estatura, fuerte, aunque al parecer enfermizo: tan ágil, tan alegre, que entre las gentes que de cerca no lo trataban pasó siempre por sano y quizá veces la pegó de joven, pues era de esas personas que mas allá del término de los sesenta, conservan voluntad y juicio suficientemente vigorosos para disimular los estragos del tiempo, no haciendo ingrata su compañía con el relato de sus padeceres, la exhibición de sus debilidades el sombrío recuento de sus amarguras.
La mirada franca y noble: la voz grata, un tanto aguda, casi al diapasón del cascabeleo sonoro de las risas infantiles.
Señorío en sus portes; elegancia en sus trajes; corrección y gentileza en todo.
Su conversación fluida y amena, encantaba. Era así, modo de vistoso mosaico en que engarzaba los infinitos recuerdos de su accidentada vida; de sus numerosos viajes, de sus triunfos, de sus vicisitudes. Un rico archivo de anécdotas, ya dramáticas, ya cómicas, serias escabrosas, y que él manifestaba según las gentes con quienes departiera, siempre en forma graciosa, sana, culta, huérfana de toda chocarrería áspera, desnuda de todo donaire vulgar.
Era un narrador delicioso: nuestra buena suerte nos proporcionó más de una vez la ocasión de oirlo departir con Pío Víquez y el Doctor Zambrana. Qué charla tan sabrosa. tan instructiva, tan amena. uno de los citados alienta aún, que Dios lo guarde muchos años. Poseedor don Manuel de talento claro y fino y de memoria muy amplia, cosechó, de sus estudios y viajes, como era natural, gran provecho, del que nos hizo coopartícipes con las múltiples obras que publicó, obras con que llegó conquistar la atención del público, lo que constituye un triunfo soberanísimo en países que como el nuestro miran con indiferencia las letras y con desdén, cuando no con lástima los que tenemos la plausible debilidad de cultivarlas.
Dió preferencia en sus trabajos la Historia Patria y de manera señalada los acontecimientos importantísimos relacionados con Mora, el salvador de Centro América, acontecimientos en que él toma parte muy principal y en los que puso diversas ocasiones prueba, la claridad de su talento, el temple de su valor y los altos quilates de su lealtad.
Los enamorados de la forma, los melómanos del idioma, los siervos de la gramática cazarán aquí allá alguna coma de más de menos, tal cual acento suprimido o mal colocado; esta repetición aquella inarmonía, pero, de fijo, que no soltarán ninguno de los libros de Argüello sin doblar la última hoja, así ignoren ellos, como nosotros lo sabemos, que don Manuel escribía charlando y charlaba escribiendo, sin preocuparse nunca de la forma: sin parar mientes en la riqueza del traje, seguro, y con razón de que su prosa valía por la a mena frescura, por la donosa ingenuidad; por ese encanto subyugador que tiene todo lo que vale y se nos ofrece sin oropeles vistosos y sin pujos de orgullo, con esa ricura deleitosa de lo llano, de lo sencillo, de lo natural.
Debo y quiero consignar una nota característica que resalta entre las muchas que avaloran las obras y la vida de nuestro excelente amigo y bondadoso mentor: su gratitud! Esa su noble devoción hacia el prócer costarricense Benemérito de la Patria, General don Juan Rafael Mo1635
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