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nes.
juramento de amarnos siempre, pero nunca nos uniremos. Es de hoy que ten.
go la triste certeza, desde que hemos hablado él y yo de nuestras intenciones nuestras familias. tanto sus padres como los mios niegan inexorablemente el consentimiento nuestra dicha. Cuestión de dinero, cuestión inhumana. ÉI es pobre: yo también. quieren nuestros padres, para él una mujer rica; para mi, un marido acomodado. He aquí como se hace la desgracia de dos corazoHe aquí por qué lloro, y él también. nos amamos. Qué me cuentas, mi pobre Germana. Pero entonces ¿quién es ese joven. No lo has adivinado. Yo? no.
Pues bien, es Jacobo Bigot. Jacobo? exclamó la señorita Dormont con ira. cómo has dicho. Si, es Jacobo quien amo.
La señorita Dormont retrocedió con un movimiento brusco, y al golpe de la emoción violenta recibida, la sangre le afluyó al corazón. Se puso pálida, en seguida lívida, y vacilo. Pero en este momento critico se dio cuenta de sus miradas locas en el espejo grande de la chimenea que la reflejaba casi por entero, y bruscamente se contempló fea, deforme, al lado de Germana, más bella aún con sus lágrimas. Entonces estalló de risa, de una risa estridente y convulsiva que hizo dar un salto la señorita Darcier. Cómo. exclamó Germana, abalanzándose sobre su amiga. cómo!
itú me ves llorar y ries!
La señorita Dormont hizo un gesto fiero, pero por un violento esfuerzo de voluntad consiguió recobrarse. Su fisonomía cambió, y dejándose caer sobre una silla. Ve tú, mi pobre Germana declaró cada cual traduce sus dolores su antojo! Para ti, es preciso las lágrimas; para mí la risa se hace necesaria.
No te comprendo.
Sin embargo, es bien sencillo. Tú lloras, porque se ha roto tu ensueño, y yo que ahora mismo te decía que también soñaba, río, porque mi bello ensueño se ha desvanecido, Pero Magdalena. No ves claro todavía. No has comprendido, pues, que tu ensueño y el mío eran uno solo? Tú amas Jacobo, yo también. Tú lloras por el tuyo porque le pierdes. Yo no por el mio porque esperaba en él.
Magdalena, Magdalena. qué me dices con eso. Tú amas Jacobo! yo, yo que llegaba tí. Oh, esto es espantoso. Es cruel. No es asi. Oh, esto es demasiado. no qué decirte. qué hacer. Qué hacer? Muy sencillo, Germana. Cuando uno ama, defiende su amor.
Luchemos. Tú eres bella, vo fea. Tú pobre, yo soy rica. Tú eres amada, yo estimada. Sea para la guerra. Yo combatiré sin piedad. Deféndete. Oh! No quiero escuchar más tu cólera. Me das miedo. temblando, la señorita Darcier se dirigió hacia la puerta del salón, pero se detuvo, de pronto, estupefacta, delante de Jacobo Bigot que entraba lentamente, Perdone, Magdalena! suplicó el joven avanzando hacia la señorita Dormont. Venía verla, sin conocer el paso de la señorita Darcier, para suplicarle se interesase en nuestra causa. Al aproximarme la puerta, he sorprendido vuestras voces. Sin quererlo he comprendido a usted. soy bien desgraciado por lo que acabo de saber y sobre todo por ser la causa involuntaria de su desazón. También me uſano, Magdalena, de haber podido inspirar tan vivo afecto al gran corazón que usted tiene, pero estoy profundamente apenado, por 1663

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