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No hay más que leer las páginas en que Brisson ha consignado sus impresiones de repórter galante para notarlo. Ese maestro del reporterismo, que sabe hacer vivir una vida de intensa realidad, sus modelos graves, no logra, en cuanto se encuentra ante una mujer, sino hacer gracias pesadas. Las palabras de las actrices, repetidas por sus labios doctos parecen lecciones aprendidas de memoria. Ninguna espontaneidad, ninguna ligereza alada, nada de lo que en la existencia teatral nos sorprende y nos seduce. En cambio, madeimoselle Eveline Janney nos ofrece como estreno periodístico un dechado del género. Su «interviewada» está allí tal cual la suponemos en su «bondoir» en la «loge» de su teatro. Sus frases son menudas y risueñas. Su charla es como un gorjeo de pájaro elegante. como un monólogo de lorito lujoso. Ni oculta sus defectos, ni trata de parecer dramática.
Dando mordiscos una rosa, dice como la cosa más natural del mundo. Yo gano cien pesos al mes en mi oficio, y, sin embargo, gasto más de cinso mil francos. No sé qué hago. luego. Cuando pienso que mi madre quería casarme con un jovem empleado de Correos que tenía un sueldo de cuatro mil francos anuales, me pregunto cómo habríamos vivido los otros once meses, puesto que en el primero me habría yo comido todo el sueldo del año. estas frases que no son nada y que indican mejor que las más sabias disquisiciones psicológicas el alma de una muñeca rubia del «Boulevard. esas frases algo cínicas y muy significativas, las mujeres no las pronuncian fácilmente ante los hombres.
Hay un pudor de sexo sexo, como hay una desconfianza de raza raza. El macho oculta la hembra un poco de su alma íntima, y la hembra no aparece ante el macho sin un antifaz sentimental. Pero eso en el terreno de los estudios de intimidad literaria. ninguno de los grandes maestros ha hecho nada que no sea adivinación genial fantasía más o menos descabellada. Consultad sobre el asunto a las mujeres de talento, y veréis que ninguna de ellas está de acuerdo con los doctores en conocimientos del corazón femenino.
Estas razones, que son tal vez las que han determinado el auge moderno de los novelistas, hará también que más o menos las periodistas tengan en ciertos géneros, más éxitos que los periodistas. De lo que se trataba era de que alguna de ellas se decidiera afrontar las dificultades del oficio sin falsos rubores. La que lo ha hecho, merece una palma de precursora. Detrás de ella otras vendrán, muy numerosas, en Francia y en los demás países donde el feminismo gana terreno prácticamente. GÓMEZ CARRILLO 1668
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