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lanzándole las hirientes saetas de la estupidez. No envano consagró su vida al teatro útil, modificar las costumbres sociales, suavizar la dureza de las leyes, levantar los caídos con dulzura. Ese hombre cuyo sarcasmo se alimentaba en fuentes de bondad, escribía los veinte años pidiendo algo menos que un sauce llorón como el pobre de Musset.
Léjos, muy lejos de la tumba, cuando la dicha sonríe la alborozada juventud y al juguetón amor, el autor de Fils Naturel y de affaire Cley menceau escribía: Je ne veux pas, quand je mourrai Que on me mette au cimetière; Au milieu un champ labouré Sous un sillon, que on enterre!
Vivant, je aurai rien su faire.
Mais je en irai consolé, Si, mort, je puis rendre a la terre De quoi produire un grain de blé.
Más que un grano de trigo produjo el defensor de la mujer, el defensor del divorcio, el amigo de los oprimidos de la ley, cuya labor noble debe la literatura francesa el bouquet de obras maestras con que se honra.
Por todos esos méritos acaba de erigirse la memoria del autor de Francillón una estátua al lado de la de su padre, el gran Dumas, creador de la novela histórica con que supo inmortalizarse.
Muerto Ibsen, olvidados los rencores que provocó en el mundo de la crítica su literatura discutida y archidiscutida antes de que se le admirara como un verdadero genio, ocúpanse actualmente sus admiradores en analizar su carácter: Carácter original, bizarro, reflejado sobre todo en sus creaciones femeninas. En vano sería buscar entre ellas un ser normal y sano. Fuera de Hedwige, creación más bien shakesperiana en el Pato salvaje, todas las mujeres de Ibsen, desde Nora, son más o menos neurasténicas, desequilibradas.
El carácter de sus héroes es evidentemente el suyo propio. Aunque observador minucioso y profundo, la psicología de Brand, Rosmerholm, etc. es la suya compleja, original, enigmática. Ni Schiller, ni Shakeaspeare, ni Goëtte mismo nos ofrecen el ejemplo de Ibsen. Su crítico Brandés confiesa en su propio libro que acaba de publicar sobre Ibsen, que no puede afirmar que el autor de Nora fuera de un trato familiar agradable.
Por algunos actos de su vida se puede juzgar de lo complejo de su carácter. Al saludo de bienvenida con que se le ofrecía un banquete dado en su honor, el autor del Enemigo del Pueblo contestaba: que él conside1685
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