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satisfacen sus necesidades con verdadero placer; no tienen poderosos llevados hombros por sus semejantes, ni mendigos que imploren un pan por el amor de Dios. Los pájaros no pagan tributo las modas ni se cuidan del que dirán, de sus semejantes; viven felices y cumplen con las leyes naturales, sin que entre ellos medie un pacto especial; el daño que los carnívoros les ocasionan es mil veces menor que el que nosotros le hacemos a todos los seres inferiores, y menos temible para ellos que lo son los microbios de las pestes para la humanidad.
En cambio, si examinamos sus congregaciones y sus procedimientos individuales, encontramos una igualdad y convivencia perfectas.
Desde hace cuatro mil años estamos emitiendo códigos y principios sociales que se vienen trasmitiendo de la vieja Babilonia a las presentes sociedades; las leyes que rigen la vida ordenada de las aves no fueron escritas jamás en pergamino, sino en el libro magistral que forma el código de la naturaleza: nacen los hijos al amparo de sus padres, los crían con solícitos cuidados, los enseñan volar, los adiestran y educan para Hogar ligiénico y confortable que puedan proporcionarse por sí solos el sustento y luego se les deja en absoluta libertad, La loca de la casa no los lleva creaciones sublimes, como al ingenio humano, pero tampoco los arrastra guerras fratricidas, ni la esclavitud de sus semejantes, Ningún gabinete de historia natural, ni las mejores conferencias de los sabios nos pueden enseñar lo que la observación atenta de la naturaleza nos enseña: La paz absoluta entre los miembros de una misma familia, la igualdad en todos los individuos que la componen, el auxilio matuo en cada sociedad, como pasa entre las oropéndolas, las hormigas y todos los seres congregados en sociedad; hasta el altruismo y la crianza de los expósitos podemos aprenderlos de los pájaros. Así la poesía de sus cantos admirables, la laboriosidad y arte que nuestran sus nidos, se agrega la enseñanza de prácticas verdaderamente sabias para mantener la vida social ordenada que nosotros perseguimos.
A, ALFARO 3691
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