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LA SEMANA El Club El Club Costa Rica Costa Rica no es solamente el sitio de buen tono en donde unos cuantos caballeros se reunen para hacer la digestión golpeando con arte las bolas de un billar bien para matar el hastío chupando filosóficamente un grueso Lon.
dres, bien, en suma, para arreglar el mundo despotricando su sabor sobre los tópicos lugareños en que cada quis.
que saca relucir su malicia, ya que no su saber. Mas es lo cierto que no habría razón de fuste para pretender o esperar que los hombres de buen tono se reunieran en el Club Costa Rica con fi.
nes menos pedestres, porque, después de todo, cada cosa tiene su lugar, y en los centros como ese están propiamen e en el suyo las distracciones de poco vuelo, esas que suaviz la tensión de los músculos tras un día de trabajo y que no hacen vibrar las células nerviosas con el aureo martillo de las ideas. No quiere irse el Club Costa Rica, según eso, con la corriente del vulgo cuanto interrumpe el hilo de las distracciones burguesas para hacer oir en sus elegantes salones la voz de la sesuda filosofía el canto misterioso del poeta. que también es conveniente y laudable levantar la región apacible del pensamiento el ánimo de aquellos trabajadores quienes asfixia seguramente por ratos el polvillo sutil de la misma piedra que labran para levantar el edificio de su fortuna Varias son ya las conferencias que han tenido lugar en el Club Costa Rica, el cu merece loa por haber introducido ese ramo de esparcimiento entre los deportes con que allí honestamente se solaza una parte de la sociedad josefina tal en que el jugo de la grosella tiñe el fondo de la vasija con un colorcillo que tiene de rojo y morado; una botella que luce pintoresco marbete, que conserva su coraza de plomo en la parte superior del gollete, que deja traslucir la púrpura mate del vino de medio cuerpo para abajo; una naranja partida que muestra provocativamente el oro amarillo de su pulpa; arrojada al azar, por allí, una tira de la corteza mal recortada y que se enrosca partes; un vaso de fino cristal en que se hunden las estrías de caprichoso dibu jo; un ramiilete de flores chillonas, el cual surge de un florero achatado y que se abre como un abanico japonés, todo sobre mesa en donde amable desorden está diciendo que allí se han re odeado gentes de apetito y de gusto La intere sante pintura ha sido tomada directamente del natural, así lo declara el marbete manuscrito que lleva al pie. nosotros no se nos alcanza maldita la cosa en este toque de la pintura. ni en ninguno otro. qué diantre. pero tenemos por verdad inconcusa que sólo las obras artísticas, esto es, que reproducen la realidad, idea lizándola, son capaces de producir impresión agradable en nuestros nervios sensorios; largla será pretensiosa; pero esa es nuestra regla. No osaremos de cir, por lo tanto, si la tabla en cuestión llena con rigorismo de escuela las pres.
cripciones del arte pictórico; sabemos. y esto nos bast. que él ha dej do en nues.
tra mente una impresión agradable. la cual nos dura aún al pergeñar estas líneas.
La autora (porque es mujer) se llama María Castro. Acepte la señorita Castro nuestra cordial enhorabuena por el buen éxito que ha obtenido. undro Exhíbese en los esde comedor caparates de don Manuel Romero un cuadro de esos que lucen, como para dar realce artistico la prosaica función de comer, en las paredes de los comedores modernos. Una canastilla llena hasta los bordes de frutas tropicales, en que campa por sus respetos la ventruda anona; un jarrón de crisLa Compañía Leal Barrajón La compañía de aficionados costarricenses ha tenido que ceder el Variedades a la troupe de zarzuelistas que encabezan y dirigen los señores Leal y Barrajón. Son, pues, artistas de oficio los que ahora entretienen al público; estamos, así, frente a una compañía de viso que no tie.
ne derecho a las concesiones de la benevolencia, lo que tampoco quiere decir que
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