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animales que, silenciosos y sufridos, iban del campo a la ciudad y de ésta al campo, en busca de pan y de trabajo.
Hasta entonces caminaba yo tranco torpe, indiferente, con los ojos clavados en el suelo. Pero llegó un momento en que fijé la vista en el camino largo como un cinturón amarillo y de lejos, me llegaron con claridad las notas uniformes y agudas que entonaba un fatidico cuyeo. Esto que oía me entristeció mucho más.
Conforme adelanté, distingui mejor el canto de aquel cuyeo, Sinceramente llegué creer que no era yo quien avanzaba, sino el pájaro nocturno quien venía en brinquitos mi encuentro, con toda malicia, como lo hace con algunos de los viajeros que caminamos de noche.
Por fin llegó un momento en que lo distingui muy poca distancia de mi persona. Entonces dispuso acompañarme y saltando siempre por delante de mí, de un lado al otro del sendero, como una gran mariposa negra, siguió conmigo.
Saltaba en cuchillas y al caer daba un grito lugubre, como si fuera un La fotografia artística Maria y Guillermo Vargas Facio Fol. Fernando Zamora pájaro de hule que hiciese ruido al comprimirlo. Era una ave que vestía un traje de color café oscuro, con una franja blanca en las alas.
Confieso que lo oí con gusto varios minutos. Pero luego sentí la ausencia de mi pensativo hermano el silencio, que tanto necesitaba mi espíritu enfermo para vivir y ya no pude soportar más el canto del cuyeo. Alcé una piedrecilla de las innumerables que había regadas por el camino, y le hice un disparo. En vano fué! El ave siguió su canto como un provocativo mi furiosa impaciencia 1711

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