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Un hogar! Jonquin García Monje «Por esas calles.
Un eco de tristeza parecido al que produjera el canto melancólico de un pájaro que buscase su compañera, vibra suavemente en las frases que consagró su despedida de la casa de huéspedes. Después que la señora lo puso atentamente, fuera, por cualquier motivo. sintió que iba por esas calles alejándose del lugar en donde puso un poco de cariño hasta en el gato color de salmón que roncaba de placer cuando lo acariciaba.
Cuán amarga la nostalgia del hogar que se entrevé como una tierra de promisión! Experimentó esa imperiosa necesidad de amar aquello de que por lo común sólo la muerte nos priva: un semejante. en tanto, un frío glacial circuló por sus venas al pensar que no tenía un nido. es él un hombre que lleva en sí lo suficiente para tejerlo y brindárselo una compañera tierna y cuidadosa. Yo sé que presiente allá en lo hondo de su pecho toda la felicidad que habrá de experimentar el día que fije en el camino de su vida, su tienda de manta, no para descansar una noche, sino para elevar pacientemente un sólido edificio que resista la acción del tiempo y las tormentas de la vida: luego arrollará y guardará la tienda como un trofeo de las primeras escaramuzas del amor. No de otro modo puede ser. No ha visto cómo su alma solitaria fomenta una esperanza en la melancolía que destila al calor de las duras emociones producidas por violentas alejadas de los seres que va se empiezan querer? Esa es la esperanza de que una mujer lo encante con sus liechizos, le seduzca el corazón, lo maree de dicha con sus caricias, le halague en su aspiración de poeta, y con la música de su palabra argentina le embargue el oído, le conmueva el alma y le haga conocedor de inefables deleites. Sí, amigo, vaga el hombre solo por esas calles cual un proscrito voluntario del cielo del amor, y aspira los efluvios vivísimos del eterno femenino que por doquiera se queda como estela perenne. Siente sus pies pesados por andar solo, y no toma la compañera que le espera; ansía dulces caricias y pasa indiferente ante la mano que se le tendería; desea oir una voz siempre amable y no detiene el paso; quiere para sí una bella flor que hable y ría, y no contempla el rico ramillete de virtuosas y bellas.
Cuanto más tardemos en la casa de huéspedes, en el hotel. en el cuarto de soltero, más nos robarán esos asilos secos, pedazos de dicha y de gloria, de la gloria feliz del hogar fundado con nuestro esfuerzo.
Aquellos no tienen compasión, ni memoria, suelen ser amos duros de nosotros, y en ellos se quedan ilusiones, entusiasmos, afectos no comunicados, como suelen quedarse, sin que lo notemos, largos, sedosos y lindos cabellos de la adorada, en los botones de algún traje que nos mudamos para nunca más usarlo. fuerza de paciencia y dulzura se crea un afecto sincero. cuándo va a comenzar a crear ese afecto natural por una abnegada y noble compañera para toda su vida? Cuando se marchite el color de sus mejillas por las congojas de la vida, por las torturas de un alma enamorada de un ideal inasequible? Cuando los torrentes impetuosos de su sangre se tornen mansos? Cuando pierda la ilusión del amor noble por una mujer? Cuando la nave que boga empujando sus energías recoja 1726

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