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dad de San José en el Jurado Calificador que conoció de los trabajos presentados como consecuencia del concurso abierto para encontrar los medios idóneos de desinfección de mieles del café: Presidente Honorario de varias asociaciones, Diputado al Congreso en 1889, en toda oportunidad supo corresponder con su laborioso esfuerzo la confianza que en el depositaran sus conciudadanos, seguros de su probidad, nunca dudosos de sus aptitudes encaminadas siempre y solamente lo bueno lo justo y lo grande.
Cortó la segur una valiosa existencia.
La ley de la evolución de la materia se cumplió para poner fin y remate muchos días de angustia y pesar.
Hombre sabio, prudente, filósofo, de convicciones profundas, el señor Céspedes no dejó escapar de sus labios una sola queja, una sola imprecación, una sola nota desesperada de dolor en dos años de amargo padecimiento.
Así mueren, tranquilos, sin teror ni escrúpulos, sin sobresaltos ni penas los que en llegando su ocaso tienen conciencia de haber cumplido como buenos su misión en este valle de lágrimas. es que al señor Céspedes debe mirársele desde distintos aspectos.
Como sabio, fue amigo de la ciencia, hermano de la ciencia, perseguidor continuo de la ciencia: tal fue su única esclavitud: amó la verdad y la buscó siempre: la buscó sin temores, la propagó sin escrúpulos. buscó la verdad como se busca el sol, aunque queme: como se busca la luz, aunque ofusque. según la expresiva frase de uno que lo lloró.
Para él la ciencia fue la sublime, la celestial diosa; por eso consagró las puertas de su libro «Química Moderna» con la profunda sentencia de Schiller.
Para él la ciencia nunca fue vaca lechera que le procurase manteca; por eso murió pobres humilde, como vivió siempre.
Educador constante, donde quiera que vió una iguorancia llamó Sul puerta para iluminarla.
Hombre altruistir y desinteresado. toda vez que contempló una necesidad tendió su mano solícita para socorrerla.
Promovedor de nuestro progreso, introdujo en Costa Rica el cultivo del gusano de seda; faltóle protección para hacer de él un venero inportante de la riqueza nacional. cercenando ratos sus intelectuales quehaceres, también bautizó la tierra con el sudor para acariciarla. cultivarla y vestirla de frondosas plantas.
En toda situación difícil su consejo fue sano, su acción eficaz y oportuna su energía.
Rara vez supo quién le hizo favores; para él lo primero, lo esencial era la necesidad socorrida, el pobre auxiliado, el débil protegido.
Tantas virtudes deben ser hoy pregonadas, no sólo para hacer justicia su memoria, su ilustre personalidad, en vida enemiga de elogios y enaltecimientos, sí que también para que sirvan de estímulo a los que quedan, ya que «el presente es hijo del pasado y padre del porvenir. Por desgracia poco a poco van emprendiendo el viaje a la eterni.
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