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lizado escritores de América, Enrique Gómez Carrillo, por ejemplo, que, con una gracia exquisita, ha sabido amoldar el procedimiento clásico a las necesidades modernas. Analizado desde el mirador medioeval en que se ha encastillado la Academia Española, Gómez Carrillo es sin du la un escritor incorrecto, pero eso nada supone en perjuicio suyo, porque, según la Academia, trae incorrección el aceptar y utilizar los elementos lingüísticus que las nuevas corrientes sociales imponen. Lue importa, en todo caso, es escribir con claridad y con clegancia En Albores no se ha llenado esa cundi.
ción, razón por la cual esa obra carece de fisonomía literaria. El joven Barrio nuevo no puede aún manejar con arte el idioma. Obsérvese que aquí sólo nos hemos referido la lengua; es claro que el escritor ha menester cualidades: la lengua es sólo el instrumento; peril, lespués de to lo, las cuali lades sólo pueden brillar a través de la lengua; de donde resulta que lo primero en este particular es saber decir. Así, pues, no habría pari qué examinar la obra del joven Barrionuevo, si nos colocáramos en el punto de vista desde donde sólo podemos ver los productos castizos del arte. Lit tomamos en cuenta, con todo, porque ella entraña el esfuerzo le un joven que ha puesto sus ojos en el Ideal y que, iluminado por él, busca con decisión los caminos que conducen la cima del arte. Ni sería justo desalentar este joven por la pobreza de las primicias que en aras del arte ha ofrendado; así como así, no fueron mucho más felices en sus comienzos escritores que hoy nos regalan con frutos de corteza vistosa y sabor delicado. No se desaliente, pues, el joven Barrionuevo: estudie y trabaje. Es verdad que el ingenio nace con el que acaso lo tiene; pero el estilo, el estilo se conquista.
El montepio El Gobierno de la República ha dispuesto llevar nacional cabo la ley que establece un montepio bajo la salvaguardia de la nación. Esa ley plausible fué emitida por la administración de don Rafael Iglesias, que hico muchas cosas buenas y útiles; pero, no sabemos por qué, aun con ser instituto tan necesario en la economía nacional, ella se quedó sin efecto. El señor González Víquez, que infiltra el vértigo de su actividad en todos los órganos de la administración pública, ha puesto sobre ruedas la ley, que, después de vegetar en lamentable abandono, marcha ahora su cumplimiento sin ninguna dificultad, lo que se debe en segundo término al señor don Juho Castro, encargado por el Gobierno para reanir las acciones particulares que han de constituir el núcleo de la institución. El señor Castro ha sido tan diligente que en estos momen.
tos hay ya peculio bastante para organizar el montepio y principiar las operaciones. Las conciencias honradas, los corazones bien puestos han de sentir un alivio al ver que dentro de poco habrá cesarlo aquí la explotación onerosa que sin pieniad ni vergüenza ejercen los usureros sobre la clase pobre y necesitada. La sociedad está plagada de injusticias que ponen el grito en el cielo; de abusos que encienden nuestro coraje incitan rebelión; de logreros que nos dan insolentemente en el rostro con el aquel de sus granjerías; sin embargo, to las esas deformida les del cuerpo social nos parecen miseriucas de tres al cuart, al reparar en la roña que cubre el alma negra de los usureros al por menor, esos que trafican con la necesidad angustiosa del po bre. Hay modos abominables de ganar el ocha vo; pero como ese, ninguno.
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