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Notas Europeas Il y a, de haute gloire littéraire que celle ou le Rêve est salué Roi par la action, sa soeur.
GABRIEL SARRAZIN. Con la frase notable citada concluye Gabriel Sarrazin un estudio magistral sobre Adam Mickiewiez, el gran poeta polaco, el visionario que como Slowacki y Krasinski merece un puesto preferente en la literatura europea y en el movimiento intelectual del siglo XIX.
La literatura curopea que llamaba Goethe, es el panteón donde sólo llegan los hombres y las obras que han sabido perpetuarse contribuyendo al progreso de su país y al engrandecimiento del pensamiento humano, como la literatura de Michelet, la literatura de Hugo, la literatura de todos esos poetas de psicología extraña y poderosa, con todos los refinamientos del pensamiento moderno, unido a la audacia revolucionaria, la acción en favor de los oprimidos. Sus grandes y simpáticas personalidades se dibujan en un fondo de sangre en lucha abierta contra todo lo que no es justicia y razón.
En ninguna otra nación fuera de la nación mártir, la Polonia, ha podido quizá notarse la acción decisiva, la influencia admirable que sobre el porvenir y el sostenimiento del ideal patriótico ha tenido la literatura.
De los tres poetas polacos Mickiewiez, Slowacki y Krasinski, es el primero, sin duda alguna, el más original, el más grande, el más completo. con su poesía de conspiradores y proscritos. Es el poeta y el profeta del pueblo polaco: es el cantor de sus glorias, el amigo de sus tradiciones, el profeta de sus esperanzas; hombre de ideales y de acción.
Sentimiento, fuerza, energía. todo se concentra en ese genio admirable en su empeño de ver brillar el sol de la libertad de su patria amada. Mi amor no se posa sólo sobre mi sér como el insecto sobre la rosa; no se ha posado ni sobre una familia ni sobre un siglo! Yo amo toda mi nación. Dadme el imperio de las almas.
Esto dice el poeta en su admirable monólogo de Konrad Walenrod, requiriendo Dios que salve la Polonia. como por única contestación obtuviera tan solo el silencio, el poeta prosigue. Si me hago blasfemador te libraré una batalla más sangrienta que Satán: entre nosotros será un combate de corazón. He sufrido, he amado, he crecido entre los suplicios y el amor. Cuando tú me robaste la dicha ensangrenté en mi corazón mi propia mano, sin alzarla nunca contra ti. Mi alma está encarnada en mi patria; en mi cuerpo llevo toda el alma de mi país. La patria y yo somos uno. Me llamo Millón porque amo y sufro por millones de hombres. En esas frases de Mickiewiez palpita el alma de un patriota, de un caudillo, de un corazón que obró conforme un ideal, de acuerdo con su vida y su inteligencia. Fué poeta y no dejó de ser un héroe que personificó a su nación, que reconocida, le erigió una estatua en la plaza de Cracovia, con esta sencilla inscripción: Mickiewiez, la Nation. Les grands poetes romantiques de la Pologne, Mickiewiez, Slowacki, Krasinski, par Gabriel Sarrazin (chez Perrin, 1906. 1742

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