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De un album Para Paginas Rustralas Escucha! Dos voces cansadas, dos voces que, en su timbre, dicen que durante muchos años han hecho sentir sus variaciones. Escucha!
Qué canción más triste entonan! Con qué dulzura van diciendo una una las palabras que escribió un poeta triste. Talvez él, al escribirlas, pensó en esas pobres gentes que, tarde en tarde, dejan su hogar pobre y desnudo para recorrer las calles más concurridas de la ciudad endonde entonan siempre la misma canción, la misma triste canción para recibir una limosna.
Abre la ventana! Están bajo nuestro balcón.
Acércate, míralas.
Dos pobres viejas, sucias, mal vestidas; una de ellas con una guitarra, talvez la guitarra aquella que sirvió para alegrar su niñez y por cuyos trastos pasó muchas veces la mano callosa de su anciano padre.
La otra lleva un paquete de papeles blancos, rojos, verdes, amarillos, de todos colores, que les ha regalado un tipógrafo compasivo y en las cuales está inscrita la canción que ellas van entonando por las calles más concurridas de la ciudad. Alrededor de ellas, muchas caritas sonrosadas y muchas caritas pálidas y enfermas les miran con curiosidad. Todas son caras infantiles; ningún adulto se detiene escuchar esa canción.
Mira aquellas señoritas que parecen modelos escapados del taller de una de las modistas más elegantes.
Míralas como pasan, indiferentes aquella miseria Una de ellas sonríe. Sí, sonríe. de qué se puede sonreir ante tanta tristeza, oyendo una canción melancólica entonada por dos mujeres viejas, pobres y desgraciadas?
Mira los pequeños. Ellos, con las manos sumergidas en los bolsillos de sus calzones rotos, escuchan atentos. Parece que comprenden lo que cantan aquellas mujeres: parece que la guitarra con sus notas les habla en una lengua conocida y les va relatando su vida y la vida de sus dueñas. permanecen tristes. pensando talvez en que no tienen una sola moneda de cobre que regalar a las mendigas en la desnudez de sus hogares, en la tristeza de su madre y en la desesperación de su padre.
Se dirá que no tienen la edad suficiente para reflexionar. entonces, por qué abandonaron sus juegos y vinieron rodear a las dos mujeres que cantan? Por qué las escuchan con tristeza y en silencio cuando su edad es la de la alegría y del bullicio? Por qué miran con una mirada que parece dar las gracias a aquellas personas caritativas que depositan su limosna en manos de una de las mendigas? luego, cuando las dos mujeres se van a cantar otra parte, por qué permanecen inmóviles, con los ojos fijos, sin deseos de continuar el juego con que se distraían alegres y bulliciosos?
Sí, esos niños sufren con la miseria de los demás, que talvez les recuerda la propia miseria. sin embargo, esas niñas y esos niños. si no encuentran quien sepa cultivar sus hermosos sentimientos más tarde serán como aquellas señoritas que pasaron indiferentes y de las cuales una sonreía.
Da tristeza el considerar nuestras injusticias, nuestra miseria moral que no se conmueve ante los cuadros desgarradores de esa otra miseria, menos digna de lástima que la nuestra. OSCAR PINO 1749

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