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de cinco y veinticinco cendígramos, respectivamente, y una preparación hecha con estos gérmenes, administradas con un intervalo de cuarenta y cinco días, los, terneros se vuelven inmunes a las inyecciones de cinco centígramos de bacilos de la tuberculosis bovina en estado virulento, que seguramente habrían inficcionado al animal si este se hubiera encontrado en las condiciones ordinarias.
Los dos doctores declaran que, después de una serie de experimentos realizados en este sentido, se hallan convencidos de la eficacia (durante un período de tiempo no determinado aún) de la vacuna por absorción de bacilos tuberculosos, siempre que estos hayan sido muertos por medio de la ebullición durante cinco minutos o simplemente sometidos por.
No les cabe ya duda de que así los terneros quedan inmunizados.
También han hecho experimentos con bacilos tratados previamente por el alcohol absoluto y la iodina. Este método de la inmunización es completamente inofensivo. Pero la posibilidad de su aplicación la humanidad no es por ahcra más que una hipótesis, aunque su eficacia para los animales está punto de convertirse en un verdadero hecho científico.
Los doctores Calmette y Guerin opinan, sin embargo y así lo declaran, que es posible inmunizar a los niños contra la infección tuberculosa, suministrándoles los pocos días de nacidos, y luego quince días más tarde, dos pequeñas dosis de leche que contengan bacilos de la tuberculosis humana y bovina, convenientemente preparados, como queda dicho, por la acción de una temperatura que reduzca la virulencia de los gérmenes.
La única precaución que habría que tomar sería preservar cuidadosamente a dichos niños, durante cuatro meses, de la infección tuberculosa natural, la cual quedan particularmente propensos en ese breve período que sigue el tratamiento.
Esta opinión es tan sensacional como atrevida, pero no hay duda de las conclusiones que la experimentación en los animales ha llegado, le presta una verdadera base científica.
Almas fuertes Para Págmas Ilustradas Doblégase el peñón ante el salvaje océano de asaz atrevimiento; con sus alas potentes rasga el viento de los robles robustos el ramaje.
Las rachas invernales al boscaje desvastan y lo tornan macilento y se llenan de amargo abatimiento las almas que se rinden al ultraje.
Mas aquellos espíritus templados en el fragor de la mundana lidia que no dejaron su contienda trunca, En la cumbre del triunfo, colocados.
verán las contorsiones de la Envidia sin doblegarse a la derrota nunca.
Enero de 1906 LISÍMACO CHAVARRÍA 1768

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