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El sietemesino GRANDEZA DE LOS PEQUENOS El maestro de escuela de Grantham, en el condado de Lincoln, en Inglaterra, se quedó no poco asombrado un dia de la primavera de 1654 al ver a una respetable viejecita que le presentaba un chico feo, endeblucho, de mal color y tan raquítico que de ninguna manera parecía tener doce años que su bondadosa abuelita le atribuyó. Doce años este arrapiezo. Decía el dómine, torciendo los ojos. Lo dudo bastante. quiere usted, señora, que aprenda aquí latin? Creo que va a ser algo difícil.
En efecto, el maestro dirigió algunas preguntas al muchacho y este contestó con mucha torpeza sin acertar nada.
La abuela, muy afligida y triste, le dijo al maestro que aquel niño había sido siempre muy endeblito: que era sietemesino y que su madre se había quedado viuda y se había vuelto casar. No era cosa de exponerle la malque rencia de sus her manastros. En fin, fuerza de ruegos, logró la buena señora que admitiera el maestro al niño aquel en la escuela Se llamaba Isaac.
Como el maestro había temido, el chico era muy torpe: no se fijaba en nada, siempre estaba distraído y el latín no le hacía gracia ninguna.
Era además un San José. La iglesia de la Soledad chico muy triste.
Fat Fastradas Como no podía correr ni tenia la agilidad y la fuerza de sus compañeros, nunca jugaba con ellos, y esto es lo peor que puede ocurrirle a un niño inglés, porque en Inglaterra el jugar tiene tanta importancia como el estudiar, y por eso los niños ingleses son sanos y fuertes, y cuando llegan hombres son ricos y poderosos. Los muchachos de la escuela al verle tan callado y tan tímido, cobraron gran desprecio Isaac.
Un día, uno de los mayores le pegó una bofetada, Isaac, como no tenía fuerzas, no la devolvió; pero cabalmente aquel chico era el primero de la clase, mientras Isaac era el último. La bofetada que este había recibido se la devolvió al otro, no con las manos, sino con la inteligencia. El pequeño Isaac que parecía tonto, se aplicó, de suerte que en pocos días logró ponerse el primero de la clase y quitarle el puesto su ofensor.
Todos los chicos y el maestro se admiraron grandemente y comenzaron y preocuparse del sietemesino, como le llamaban.
1769
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