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La Semana La fiesta El Club Costa Rica, donde siempre se rindió homenaje a las manifestaciones de la intelectualidad, reuniendo así en amable consor.
del arte cio lo que pide el cuerpo tras un día de fatiga con lo que se debe al espíritu en todas las ocasiones y circunstancias, el Club Costa Rica, digo, fué el iniciador y organizador del primer certamen literario y artístico que aquí tuvo efecto. Sea, pues. para él la gloria que le corresponde todo el que promueve y realiza ideas de donde emanan las corrientes purificadoras del arte.
Un grupo de entusiastas patrocinó luego la idea del Club Costa Rica y promovió el certamen que ahora acaba de tener lugar con éxito lisonjero. El jurado premio las siguientes composiciones: EN LITERATURA Al pensador, soneto die don Lisimaco Chavarría; La caída del árbol, romance de don lenaro Cardona; Al trabajo, poema de Jon Lisimaco Chavarría; La libra esterlina cuenta de don Gonzalo Sánchez; Naila, novela cited in José Fabio Garnier; Los derechos del niño, de don Tranquilino Sáenz.
ES ARTES Un paisaje al óleo, de la señorita María Aurelia Catro; Un marco de madera, de don Porfirio Góngora; Una mano de mármol, de don Francisco Tenca; Varios planos de arquitectura, del mismo señor Tenca; Varias fotografias, de don Amanda Céspedes.
JURADOS Para literatura: don León Fernández Guardia, don Lloret y Bellido y don Brenes Mesén; Para artes: don Fernando Zamora, don Adolfo Boletti y don Echandi.
Lisimaco Este pocta obtuvo también el primer premio en el certamen ceIebrado por el Club Costa Rica. Así, pues, Chavarría no discurre Chavarría hoy como un allegadizo por la provincia de las letras patrias El hacía versos hace años, sin duda, pero el socarrón se lo tenía muy guardado, y no hay broma en decir que sobre este particular le estuvo tomando el pelo la gente. El caso pica en anecdótico, y por eso sin duda interesó también personas para quienes el arte no pasa de ser un trampantojo en que sálo suelen re.
parar los quisques de temperamento desequilibrado. Nadie seguramente ha podido olvidar todavía que doña Rosa Corrales, cónyuge del poeta, estuvo publicando en nuestros periódicos composiciones poéticas no muy vibrantes, pero llenas de colorido. Aun andan por ahí dis tomos de versos que prohija muy campante la men cionada señora. Pero no había motivo para sospechar que pulsase la lira por mano ajena Conocí este matrimonio en la aldea de Santa Ana, donde yo suelo escaparme cuando la naturaleza me llama su seno dulce y misterioso, libre de enga.
ño, con estos versos del poeta místico: Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido.
1774
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