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Los quinientos caballos del Califa (Cuento oriental y occidental)
El Caliſa Abul Giafar Almanzor, de gloriosa memoria, estaba preocupado, meditabundo, de mal talante. En su harem languidecían más de tres mil mujeres tan hermosas como huríes. Los habitantes de Bagdad cuchicheábanse al oído mil historietas Un día llamó el Califa al Gran Visir Aben Firuz, y le dijo: Quiero honrarte confiándote mi secreto. Voy permitirte que leas en mi corazón, y en lo intimo de mi espíritu con la misma claridad que si abrieras el Koran para leer a la luz del sol sus divinos preceptos; y hago esto porque sé cuánto me respetas y me amas. Radiante hijo del Pro feta. contestó el Gran Visir postrándose y besando los pantuflos de su señor.
Mi vida te pertenece; soy un miserable esclavo tuyo, un vil gusano, un puñado de polvo que puedes dispersar con un soplo. Levántate y escúchame. Tú ves que, aunque hombre maduro, pues ya no pueden contarse las ca.
nas de mi barba, me ha conservado Alá el valor y la energía; mi carácter sigue siendo más duro inflexible que la hoja de acero de mi alfanje; aun mis ojos despiden rayos cuando los fulguran las tormentas de mi colera; me tiemblan mis enemigos; puedo poner en pie de guerra doscientos mil solY con todo esto, soy un niño, un ser débil y Señorita Herminia San Juan (de Panamá)
frágil, sin voluntad ni poder, cuando estoy al lado de Fátima; soy una yerbecilla que ella pisa cuando se le antoja, un juguete en sus manos.
Gran señor, ella es tu esclava Eh! no mientas! Su esclavo soy yo Cuando me ves distraído, caviloso es que medito sobre esto y me sonrojo al pensar que a mi edad, con mi larga experiencia, con mi tremendo poderio, me deje dominar por una jovencilla 1780 Juan Tau dados.
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