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15 de setiembre El acontecimiento que en esta fecha conmemoramos tiene fases múltiples, ninguna de las cuales cede en interés a las otras; sin embargo, la única que parece visible para la generalidad es aquella que mira al campo confuso y revuelto de la libertad. Esta palabra fantasmagórica puede referirse al acto de nuestra independencia, y, cuando así sucede, ella comporta un significado de carácter positivo y real; porque la independencia nos trajo el gobierno propio: en este concepto, la libertad se confunde con la autonomía: somos libres con respecto a la madre patria. Pero tenemos que ser mentirosos hipócritas si pretendemos que también hemos realizado la libertad en la plaza pública, como se diría en Grecia; es decir, en lo que se relaciona con los menesteres del gobierno doméstico. Ni hay motivo para que ese fenómeno social nos irrite y exalte, porque ello proviene de que la gran masa carece de la cultura que permite conocer y ponderar los derechos politicos y hacer de ellos un uso que no redunde en daño de otros que no contrarie 10 finalidad socialista de la civilización. Los principios que entre nosotros suelen mover al pueblo en una campaña política son de tendencia crudamente retrógada; esto es deplorable, sin duda; pero, en todo caso, siempre se podría alegar que, malos buenos, ellos forman un orden de principios con derecho más o menos plausible informar las instituciones sociales; el daño está en que el pueblo obra generalmente en estos países impulsos de prevenciones que en él hacen nacer las filfas más toscas y que en países de cierta cultura sólo alcanzan impresionar la imaginación de los niños; de suerte que el uso de la libertad en las contiendas políticas conduce inevitablemente entre nosotros, al triunfo del clericalismo al triunfo de la ignorancia, y, en último resultado, la pérdida de la libertad en todos los órdenes de la vida pública. En más de una crisis la República se ha salvado expensas de la libertad. Porque el primer de ber de todo Gobierno es preservar el ánfora de la civilización, que no ha de poner, consiguientemente, so pena de dar al traste con ella, en las manos nerviosas de un niño ni en las manos desatentadas de un loco. Es posible que estas declaraciones levanten gestos y voces de protesta; pero nadie seguramente creeria en la sinceridad de esa faramalla; porque todos sentimos harto bien, aunque lo neguemos con hipocresía, que somos incompetentes para ejercer la libertad sin daño de los intereses sociales. Pero de quién, vive Dios, es la culpa? De nadie; mejor dicho, de todos, de nuestra educación indeficiente, de nuestras pasiones sin freno.
Así, pues, edúquese al pueblo para que lleve ideas liberales a las lides políticas, para que las pamemas y trapazas de los embaucadores no ocupen en su cerebro el lugar que, en buena ley, sólo deben ocupar los principios, para que sus esfuerzos, en resolución, sólo tiendan promover y desarrollar los intereses sociales que constituyen la fin del progreso. En el interin, contentémonos con saber que hemos realizado la igualdad y la fraternidad en toda su plenltud. Sí, no hay tal vez pueblo de la América latina donde la democracia reine con menos restricciones 1E02
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