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que aquí. En este punto, hemos llegado quizás al relajamiento, porque se ha perdido en parte la costumbre de exigir merecimiento y virtud como pasaporte para entrar a los estrados en donde sólo debe tener asiento la alta ciudadanía. Esto, sin embargo, no es defecto del régimen democrático, sino de la naturaleza humana. Mientras el mundo sea mundo, siempre habrá advenedizos entre los hombres de mérito. Pero esto mismo precisamente patentiza el triunfo incontrastable de la democracia. En orden a la fraternidad, Jesucristo se regocijaría con hondo estremecimiento si pudiera ver desde su Gólgota inmortal la pequeña familia costarricence, que es un pueblo de hermanos. No existe entre nosotros disputa capaz de romper los lazos fraternales que unen los individuos de nuestra tribu patriarcal; no hay nada que debilite en el costarricense el sentimiento que en todas las ocasiones lo impulsa a compartir su pan y su techo con el hermano menesteroso. En cierto modo, sin darse cata de ello, sin cálculo ninguno, la gente practica entre nosotros el socialismo en no pequeña escala. Lo que es el socialismo de Estado, ese existe aqui hace tiempo y se desarrolla ojos vistas; en todas partes y por diferentes modos se trasluce y evidencia en nuestra patria el sentimiento de confraternidad que antes me refería. Ese sentimiento, sin embargo, perdería de su grandiosidad si no alcanzara todos los hijos de la madre tierra; sí, para nosotros la humanidad se compone de heri anos. Al celebrar, en consecuencia, el 15 de setiembre, más que la adquisición del gobierno propio, debemos celebrar el triunfo de le democracia, que es nuestra verdadera conquista, y, dando cara todos los pueblos, agitar alegremente nuestra bandera de paz en señal de saludo.
Gastón de Silva 15 de Septiembre Todas las naciones tienen alguna fecha célebre en los anales de su historia. Centro América celebra en ésta, la de su independencia del poder español.
Nuestra independencia tiene para mí algo admirable, y es el modo cómo se operó. No hubo efusión de sangre, ni encarcelamientos, ni venganzas.
Nos separamos de la madre patria, como lo hace el niño que llegando su mayor edad se retira de la casa paterna y busca su sustento por sí.
España no tuvo que lamentar la pérdida de uno solo de sus hijos, y fuera del pesar que pudiera ocasionarle la desmembración de un territorio que no apreció nunca en lo mucho que vale, pesar que apenas sentiría, nada tuvo que echarnos en cara.
Centro América independiente empezó por vivir fraternalmente.
Un solo pabellón flameaba en todo su territorio, y nuestros intereses eran comunes.
1803

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