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El baile No tuve el gusto de asistir al baile que los trabajadores dieron de en honor de los delegados; pero es de notoriedad que la fiesta de los humildes estuvo sumamente lucida. Desde luego, ella artesanos pone de realce la cultura social que entre nosotros ha adquirido la clase obrera. Los que vimos en otrora los famosos bailes del mercado, en que el instinto bahuno de la muchedumbre reproducia groseramente las escenas de las lupercales romanas, y mos el género de diversiones en que ahora se explaya el artesano costarricense, podemos apreciar con satisfacción patriótica el avance de ese grupo numeroso y fuerte por la via del progreso. La cultura de las costumbres es el mejor indicio de la orientación conveniente que hoy sigue la clase obrera en la marcha social de este pueblo joven.
El Congreso No diputo de fiesta pública la instalación del Congreso que de la Paz ahora se reune aquí para hacer más práctico el convenio del Marblehead; pero todos seguramente cor vendrán conmigo en que ese acontecimiento debe ser considerado como una fiesta de la patria. Por eso le doy cabida en este lugar de mi crónica. El Congreso de la Paz se instaló el 15 de este mes con asistencia de delegados por El Salvador, Honduras, Guatemala y Costa Rica. La ceremonia se verificó en la gran sala del cuerpo legislativo; estuvieron presentes todos los dignatarios de la República y fue presidida en persona por el jefe de la nación. El mundo oficial allí reunido le daba al acontecimiento una solemnidad prestigiosa imponente, cual convenía al interés centroamericano, el mayor de todos, que se debia la reunión del Congreso. El Licenciado Anderson, Ministro de Relaciones Exteriores, leyó el discurso inaugural: en él undulan las ideas altruistas, como los resplandores de la antorcha que lleva en su mano el espn itu de la civilización; pero nos satisface, sobre todo, porque acertó a expresar con efusión cariñosa el afecto de hermanos que reina en el corazón de los costarricenses hacia los hijos de Centro América, nuestra madre común. Tocóle contestar al Doctor Rodríguez. El discurso del inteligente salvadoreño es un organismo hermoso que brilla con el reflejo de las ideas y que se estremece con las palpitaciones del corazón. Ese discurso es un símbolo; si, en los negocios centroamericanos deben intervenir juntamente las ideas, que esclarecen el ho, y los afectos, que unen los corazones.
Gastón de Silua 1811

    Working Class
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