cia que la administración pública, si podemos, con justicia, aspirar los modernos progresos.
Sucede, por desgracia, que con frecuencia nos dejamos sugestionar por ideas extravagantes, que luego reciben su natural rechazo, porque en las corrientes sociales pasa lo mismo que en las avenidas de los ríos: las sustancias inútiles se pierden por disolucia en la gran masa de las aguas y las materias fertilizantes se quedan depositadas en las vegas, regenerando el suelo y dando a los cultivos y plantas que allí se desarrollan, mayor vitalidad y lozanía. Con facilidad nos dejamos alucinar por una teoría y arrastrados por ella llegamos hasta producir un desequilibrio inarmónico tanto en la vida privada como en la pública: no faltan gentes que por imitar a las personas pudientes, ostentan salas de recibo espaciosas y cubiertas de alfombras, mientras para dormitorio reservan el cuartucho más incómodo de la casa Puerto Limón. Parque Vargas y Gobernación Fot. Pagine Ilustradas donde habitan, con detrimento de la salud, que es la base del bienestar en la familia. Así se citan penitenciarías en que sacan a los presos custodiados, cada reo por un soldado, y donde hay tal desequilibrio entre el sistema militar y el carcelario, que el soldado abandona su rifle y equipos en el campo de labores, y el reo los recoge, marchando satisfecho con ellos entregarlos al comandante de la penitenciaría. Llevados de un sentimentalismo exagerado se dota en algunos pueblos las celdas penitenciarias con verdaderos lujos de instalación, se permite a los reos tener cantina, billar, sala de reuniones, en lo que consumen todo el producto de su trabajo, si acordarse para nada de la familia que dejaron abandonada ni de las víctimas sumidas en la desgracia por el crimen cometido. ALFARO 1815