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Lo era.
Don Antonio comprendió que la resistencia sería inútil y que se trataba de algún asunto grave. Por fin! Después de tantos años se le presentaba algo, un caso, un proceso seguramente, que haría sensación, que ilustraria su nombre, que le permitiría dar a conocer sus aptitudes y su talento. Sí, no cabía duda, ahí, colgando de su brazo llevaba todo eso encarnado en una joven bellísima. Porque bella lo era, aunque un poco pálida, debido sin duda las circunstancias. el viejo solteron se relamía, a su vez, como lo había hecho antes micifús. Qué guapa muchacha!
Dos tres veces le dirigió la palabra sin ningún resultado y por fin tomó su partido y caminando pasos largos al lado de su compañera que parecia correr más que andar. así atravesaron el parque, una infinidad de calles y no pararon sino al frente de suntuoso edificio en los suburbios de san José.
La mujer introdujo en la cerradura diminuto llavín y empujó la pesada y enchapada puerta. El juez comprendió que penetraba en una morada aristocrática. Así lo daban a entender las lujosas lámparas eléctricas, las gruesas y sedosas alfombras y las delicadas pinturas que ornaban aquel interior.
Sin soltar su compañero, asida de su brazo, penetró la joven en varios cuartos, todos bien alumbrados y decorados con exquisito gusto, hasta que llegaron ante una puerta cerrada. Antes de entrar ahí, dijo, quiero enterarlo de algo que le parecerá raro, asombroso, pero que es la verdad pura y desnuda. Voy hablarle como lo haría con mi confesor. Juro que no diré nada que no sea cierto. Hace dos años contraje matrimonio con el señor Xyz, ese extranjero millonario que estableció una casa de banca. Ah. Es usted la esposa del señor Xyz. Cómo?
Permitame continuar y no me interrumpa, porque temo que me falte el valor y las fuerzas para terminar este horrible relato. Decía pues, que hace dos años me casé con el señor Xyz y desde entonces nos trasladamos a vivir a esta hermosa casa que él hizo construir con ese objeto. Nuestra vida era tranquila.
Mi marido era un hombre muy celoso y no admitía visitas ni permitia que yo saliese sin él ninguna parte. Al principio tuvimos algunas reyertas por ese motivo, pero al fin cedí y me encerré sin que la sociedad volviese saber nada de mí. El era un hombre de carácter iracundo, reservado y desconfiado, pero vivíamos con relativa tranquilidad, gracias mi prudencia y al cariño que le demostraba.
y Sin embargo noté algo de raro en su modo de ser y llegue sospechar que en su cerebro germinaba la locura. Muchas veces, sin motivo aparente se levantaba de pronto, cerraba una puerta, y gritaba: No, no entrarás. Vete. Te mataré! y frases por el estilo que me infundían pavor, pues nunca ví quién pudiera dirigirlas. Otras veces, media noche, me despertaban sus agudos y aterrorizados gritos y le oía luchar contra alguien contra algo, que nunca alcancé ver.
Me permiti, después de mucho pensarlo, aconsejarle que consultase con un médico, y contra lo que yo esperaba, echó a llorar profundamente conmovido, me dijo que pensaba hacerlo pero que temía que no le comprendiesen y le declararan loco, separándole así de mi. Amame mucho, continuo, porque soy el ser más desgraciado del universo. Compadéceme y quiéreme. Pero ¿qué te sucede. Por qué te pones asi. Por qué no descansas? Talvez el exceso de trabajo mental es la causa de tu malestar. No, sólo descanso cuando trabajo, cuando olvido.
Estas dos últimas palabras las dijo en una entonación tal que no pude menos que estremecerme. así pasaba el tiempo: yo muriéndome de miedo y de pesar y él peor, hasta esta noche en que sucedio la catástrofe.
y cand PIA ΝΑ San José Costa Rics P1010 23
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