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La nueva Cárcel III Como objeto práctico de nuestras investigaciones en materia penal, veamos lo que es el Reformatorio de Elmira, obra del pueblo americano, de cse pueblo que nada tiene de idealista, que ha construido los ferrocarriles mayores del mundo, los puentes más atrevidos, los edificios más altos, los mejores museos; que tiene el mayor número de bibliotecas y escuelas públicas, un verdadero ejército de naturalistas y hombres de ciencia en todos los ramos del saber humano, los asilos de la infancia más numerosos y mejor provistos, incontables sociedades protectoras de mendigos, huérfanos y hasta de los animales, porque en medio de lo que muchos desprecian por idealidades inútiles hay un fondo práctico que tiende al mejoramiento de la sociedad, base de todo progreso y poderio. Las corrientes civilizadoras se vienen de Europa América, y en su rico suelo arraigan y fructifican admirablemente. El Reformatorio de Elmira es una verdadera florescencia de la antropologia criminal, tan estudiada y debatida por los europeos, y puesta en práctica con tanta propiedad por los americanos del Norte, Ese Reformatorio ha llamado la atención de todos los pueblos civilizados: Inglaterra, Alemania y Dinamarca han enviado allí sus delegados para estudiar la institución; un comisionado japonés ha permanecido en Elmira durante tres semanas estudiando hasta los menores detalles del establecimiento penal. La República Argentina, el Brasil y Nueva Zelandia han obtenido todos los reglamentos y pormenores administrativos del Reformatorio; don Pedro Dorado, Catedrático en la Universidad de Salamanca publicó hace poco tiempo un libro especial sobre el Reformatorio de Elmira, y muchos otros penalistas distinguidos elogian el sistema correccional adoptado, que devuelve la sociedad un ochenta por ciento de los delincuentes completamente regenerados, con dominio propio sobre sus pasiones y convertidos en obreros útiles al bienestar social.
Con un gasto de dos trescientos pesos por individuo solamente, y dos años y medio de ejercicios disciplinarios, se obtienen resultados que ninguna penitenciaria rigurosa logra alcanzar, aun consumiendo en ella los penados la mitad de Al Reformatorio de Elmira entran individuos de diversos orígenes; un 72 por ciento proceden de la populosa ciudad de Nueva York; el 88 por ciento han cometido ataques a la propiedad. Así se explica que al salir del Reformatorio, equipados con elementos que les permiten soportar la lucha por la vida, vengan transformarse de seres perniciosos que eran en factores útiles a la sociedad. Los criminales típicos son tan raros en el Reformatorio, que se les considera como desequilibrados, menos frecuentes en verdad, dentro del gremio delincuente, que los hay en libertad, confundidos en todas las clases sociales. Esos individuos, una vez reconocidos, pasan por su carácter especial a las prisiones ordinarias.
El Reformatorio descansa sobre el supuesto de que en los individuos que han sido objeto de una sentencia penal, existe un elemento aprovechable para cambiar mediante ciertas prácticas su modo de ser y sus costumbres. El establecimiento no tiene la función de castigar las infracciones de la ley, trata tan solo de evitar que sus huéspedes caigan en futuras reincidencias. Un individuo enviado a Elmira puede estar condenado 20 años de reclusión y recobrar la libertad en dos años y medio. El Consejo Administrativo estudia cada sujeto, prescindiendo de los pormenores del delito cometido; somete al paciente a las prácticas regeneradoras, le da una libertad condicional cuando estima conveniente y lo rehabilita en definitiva, si la prueba resulta eficaz.
su vida.
1838
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