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España y América la que nos cría al nacer, No por anciana se deja: Mientras más pobre y más vieja Más se la debe querer. CANO.
La hora solemne en que la luz rasgase la pavorosa oscuridad que nos envolvía, se aproximaba: los caducos monarcas, sostenidos por las ba yonetas, creíanse seguros en sus carcomidos tronos, los que fueron nimados por el ariete formidable de la intelectualidad francesa del siglo XVIII, la que inició en el orden de las ideas. la revolución, que, pasando a las vías de hecho, arrolló con cuanto se opuso su paso, cayendo las viejas tradiciones al embate de la piqueta demoledora del progreso y llevando al terreno de la práctica el hermoso dogma proclamado por Jesucristo. todos unos, todos iguales. Los apóstoles de la democracia, en cuyos corazones ardía constantemente el fuego del patriotismo, eran perseguidos y condenados muerte, subían al patíbulo serenos y sonrientes, aunque al presente mostrarase oscuro el horizonte, ofrecían su sangre generosa en aras de la patria, porque confiaban en el porvenir, y, con los ojos del alma, en medio de la tenebrosa noche del despotismo, en lo alto de los cielos veían aparecer, cual símbolo de redención, la estrella de la libertad que iluminaria al fin el vasto continente americano.
España, la noble nación que en Zaragoza, Cádiz y Bailen, cuyos lijos indómitos y fieros supieron morir por su independencia antes que ser sometidos extraño rugo, nos enseñó que la libertad es el supremo ideal que debemos aspirar: y sin embargo, llenaba sus presidios con los americanos que se distinguían por sus simpatías hacia las ideas redentoras. soñando con sustraer sus hermanos oprimidos de la tutela colonial.
Al través del tiempo y del espacio vemos más radiosas y atrarentes las figuras del Cura de Dolores. Hidalgo y Costilla, de Abasolo, Allende, Aldama. en Méjico; y las de Bolívar, Súcre, San Martín, Paez, Ricaurte, eie, en el Sur: luminosa constelación de héroes, con valor para no desistir en la ejecución del proyecto temerario, jamás amortiguado en las sangrientas lides en que, si luchaban por alcanzar la libertad, los iberos.
fieles a sus gloriosísimos antecedentes históricos, defendían palmo palmo los dominios de su soberano.
La victoria se pronunció esta vez en favor de los sostenedores de la buena causa: la del oprimido contra el opresor: decimos buena porque el móvil lo erat: obtener algo que la pluma no puede describir; algo cuyo nombre nos sentimos conmovidos por eléctricas vibraciones; algo que por más que nos esforcemos en expresar la alegría tristeza que nos cansan sus prosperidades infortunios, queda mucho que el lenguaje humano no alcanza interpretar: la Patria. sintesis de los más puros anhelos En Centro América sentíanse también estremecimientos de vida: la libertad, enervada en los trescientos años del gobierno español, recobro fueros y entusiasmo a los patriotas que propagaron por medio de la palabra, hablada escrita, la santa idea de la emancipación.
1886
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