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te, te hubiera animado con el amor que animaba ya al que después había de ser tu esposo. Oh. qué no daria yo ahora por poder retrotraer los tiempos, por volver reproducir aquel instante, por haberte declarado desde entonces, delante de todos, en voz alta, con el temblor de la pasión, de rodillas tus pies, este amor implacable que debía ser, de ahí en adelante, el perseguidor de tus mismas penas, el delirio y la fiebre de todos mis días? Oh. qué no daria yo hoy para volver ser niño, para haber corrido tu casa enamorarte desde tu cuna, darte toda mi vida desde mis primeros días, ser para tí lo que para Virginia fué Pablo! servirte desde entonces de padre, de madre, de hermano, de amigo, de maestro, de esclavo! reír con tu risa, llorar con tu llanto! preocuparte entónces con mi imagen, alimentarte desde entonces con mi amor, hacer que el que después había de ser el padre de tus hijos, llenara de tal manera todos tus instantes que no pudieras recordar en ningún tiempo un momento solo en que ese antiguo y tierno compañero de tu infancia, no te hubiera envuelto con su amor, con su respeto, con su ternura?
En otra carta, fechada en San Thomas el 19 de diciembre del mismo año, Caro dice aún su esposa: Cosa extraña de deveras! que este amor que tengo, lejos de debilitarse con el tiempo y con istancia, por el contrario, se aumente con los años! Torres (un compañero de viaje) me lo ha confesado: yo soy, dice, el único marido que haya visto rigurosamente fiel a su mujer y que esté enamorado de su mujer. Hay en los cuentos de las Mil y Una Noches un anteojo mágico con el cual, cualquiera distancia, podía verse lo que se quisiera. Yo quería tener dos anteojos de esos: uno para tu uso para poner tu vista mi vida entera, todas mis acciones; otro para mí, pero no para usarlo sino para echarlo al mar apenas lo recibiese. Sí; yo quiero poner tu disposición y en tu completo conocimiento hasta mis últimos pensamientos; en cuanto a los tuyos, no quiero tener otra seguridad, otra garantía que tu buena fe.
Oh! no me olvides! De rodillas ante tu fantástica imagen, pues no poseo ningun retrato tuyo: por la sagrada memoria de nuestra querida Antonia, te ruego que no me olvides! Cualesquiera que sean mis defectos, sí, por mucho que me falte para merecer tu amor, mi corazón compensa y lo suple todo! Nadie. estoy seguro de ello. nadie ha querido su querida, nadie ha amado su mu jer, como yo te adoro ti!
Luego sueña el desterrado en planes fantásticos de amor. Desea la riqueza para poder vivir en Francia en España donde Delina estuviese más contenta y convertirla en su sola ocupasión, en su único y dulce estudio.
En el destierro nunca se apartó un instante de la mente del poeta el recuerdo de la mujer querida. Cualquiera cosa: un accidente del terreno, un bello dia, servíale para evocar los cuadros de su amor. En presencia de la naturaleza de la zona templada, traía la memoria la de nuestros valles tibios de Ubaque y de Unión, jes de dias lejahasia dwe acordaba, dice, de ieraqueugen hacía desfilar, con un arrobamiento ingenuo, los distantes paisa de aquellos dulces paseos que hacíamos algunas veces al puente, otras al camino de Fómeque; cuando ibamos por la mañana tomar leche fresca con los muchachos y con Margarita; cuando íbamos por la tarde y nos encontrábamos con los indios borrachos que bailaban dormían. Me acordaba también de Chapinero. de aquellos paseos que dábamos al río bañarnos! de aquellas mañanas tan dulces de llas dulces tardes, de aquellas dulces noches! Oh dulces horas! oh dulces misteaquerios de los corazones que se aman! oh dulces secretos. Después de haberos conocido, es necesario confesar que el hombre puede ser feliz, verdaderamente feliz, ay! tan feliz como yo lo he sido! Lo mismo que decía Gregorio Julia. Basta para una vida haberte amado.
El amor de Caro es un drama lleno de incidentes que él relata, con pasión cada vez más creciente, en sus versos. Se ve allí al gran poeta rendido al amor, temblar por su dicha, entusiasmarse, desfallecer, anonadarse y tener nuevas esperanzas. Pero su estrofa es casi siempre magnífica, estupenda cuando los in convenientes, las sospechas, los celos lo cercan y tiene el que alzarse por encima de esas vicisitudes de la vida, para proclamar, en voz solemne, su amor que cree 1930
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