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inmortal y que es entonces fantástico. El se siente y se describe: Oh! si me amaras tu! Yo, si me amaras, mi corazón te abandonara todo: mi corazón maravilloso, inmenso, sin limite en su amor, sin fin, sin fondo.
Ay! de mi amor las comprimidas llamas, vieras salir en manantial furioso, cebar en tí sus insaciables fuegos, y al cielo alzarse en grandes lenguas de oro!
Amor era el de Caro que con el iba todas partes. En víspera de un combate, combate era. Delina ocupa todo su pensamiento: Si esta es mi hora postrera, tuya sea!
todo el amor de que capaz soy yo Todo en mi pecho concentrado y junto te lo ofrezco Delina, y te lo doy!
Lo aceptarás. Qué se oye?. El enemigo!
Alarma suena ronco el atambor!
Truena el bronce. mis armas! mi caballo!
Oh! dadme algunas lágrimas! Adios!
Cuando Caro se casa, sus versos son de inefable contento, pero encierran una triste incertidumbre. La Bendición nupcial, en donde hay una artificiosa crítica del principio de utilidad: La Lágrima de Felicidad, cuyas doce primeras estrofas son de un arte y una voluptuosidad sorprendentes; mi primogénito (la bendición del niño. que escandalizó tanto a los conservadores meticulosos, son la prueba de nuestra aseveración. Caro se hace amante y más pensador desde que Delina es más suya; bien se lo decía que era el único esposo, rigurosamente fiel su mujer y que estaba enamorado de su mujer.
Alma de Poeta, tan pura y nítida, tan amorosa y delicada, tan suave y profunda, no debía tener sombras que la mancharan, ni haber puesto plumas de cuervo en sus alas blancas. Nos referimos a su valiente injuriosa poesía titulada La Libertad y el Socialismo, y una terrible frase de una carta publicada en El Granadino y dirigida al General Herrán. Por qué el grande amor de Caro por Delina no se ha hecho popular como el tierno de Gregorio por Julia? Es que el uno alzó su dama una fábrica de granito, correcta y simétrica, pero poco vistosa para la multitud, y el otro derraamor de su corazón en música dulcísima, por todos comprendida y que a todas partes llegaba. Tuvo el uno más cuidado de los cimientos el otro de la cúpula del edificio que puede verse desde lejos. Son ambos, empero, soberbios.
El amor de Gregorio por Julia dió alimento innumerables poesías, llenas de ternura y de admiración. Cuando el poeta antioqueño murió, la musa de la elegia dijo quedo al oído de José María Rojas Garrido los misterios de la plegaria, y él se dirigió Julia en magníficas estrofas que pintan al gran poeta: Poeta peregrino, tanta pena, soltando en llanto su copiosa vena, de tu genio nubló la hermosa luz, que en tus festivas páginas se advierte no sé que tono, al parecer de muerte.
Si acaso disimulas, tu sonrisa siempre lleva el suspiro de la brisa que se queja en las ramas del ciprés.
No te fué dado sonreír de gozo sintiendo inevitable tu alborozo la espina del dolor fija en la sien.
1937
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