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que canta, grita llora, se desola y triunfa. La ilusión concluye en un prestissimo vertiginoso que la acción imperiosa del viejo artista extasiado, hace centellar digámoslo asi las notas musicales como un bouquet de estrellas tan pronto encendidas como extintas. luego. todo caé en la oscura sombra de la realidad de la nada. Bailarinas y bailarines van sentarse extenuados para después pensar en el terrible trabajo que al día siguiente les esperaba.
Dónde? En la máquina de matar, donde también trabajan Jorge Rudkus y su esposa Ona Mr. Upton Sinclair con algo de semejante al autor de la Bestia Humana, nos describe el trabajo asombroso de los mataderos de Chicago, donde bueyes y gorrinos son impulsados como condenados que se resignan los horrores de la guillotina. Saltan, gritan, gesticulan, con las orejas caidas, la trompa inquieta hasta que llegan al cuarto del que no volverán jamás. Allí un negro vigoroso, semejante los verdugos de los pachas orientales, los somete al último suplicio.
Rudkus la primera vez que oyó esa espantosa batahola, creyó que nunca podría acostumbrarse y su biógrafo Sinclair nos dice en efecto. El tumulto era tan espantoso que parecian romperse los tímpanos: parecía que la basta sala no era demasiado grande para contener tanto ruido y se temblaba al pensar que los muros pudieran romperse bajo tanto esfuerzo. Se oía toda la gama de los ahullidos: agudos, graves y dolorosos; de tiempo en tiempo un silencio. para que de nuevo estallaran los clamores con intensidad desesperada.
Por el estilo son las descripciones posteriores a la preparación de carnes, etc. que los beef packers, sin escrúpulo higiénico alguno, envían a los cuatro vientos intoxicar los organismos mejor constituídos.
La novela de Mr. Sinclair es de un puro realismo que repugnará sin duda los neuróticos que prefieren las visiones provocadas por las gotas de ajenjo.
Para pintar las atrocidades de que son capaces los beef packeers, para luchar contra una casta que en su sed de oro se sobrepone a todas las leyes sociales, era necesario provocar una reacción que tuviera como base la verdad.
La última parte de ese libro levanta la cortina la puerta de un comercio vergonzoso; contiene también una profusión de diatribas anti capitalistas, apologia del proletariado, ditirambos socialistas, que de ningun modo aumentan el valor literario de la obra, pero que Mr. Sinclair que lucha por la emancipación del proletario, creyó bien consignar ahí.
Los que proclaman superioridad anglo sajona pueden preguntarse si en ese caso particular vale la pena.
Mr. Upton Sinclair dice que. No!
No; porque de todas las bestias que se sacrifican en Chicago, la más desgraciada es la bestia humana, que sufre desde hace mucho tiempo.
No, porque los obreros de esas fábricas carnívoras son devorados ellos mismos por toda clase de microbios que pululan en esos restos pútridos. No, porque el excesivo trabajo y precipitación en esas fábricas expone el personal surinenages mal sanos y la clientela comidas insalubres.
Tal es el principio de la tesis de Mr. Sinclair. En EE. UU. donde todas las cosas tienen un fin práctico, esa obra juzgada desde ese punto de vista, puramente yanke, tuvo como consecuencia las medidas inmediatas tomadas por el congreso y Mr. Roosevelt contra los beef packers.
Calibán 1936

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