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El peinado y el vestido son del tiempo en que era joven. Lleva el pe.
lo en coup de vent. El cuello de su levita verde botella se levanta: lleva el chaleco de raso y su larga corbata de seda negra da tres veces la vuelta al pescuezo. Hace diez años dijo Zoa que aun se veían viejos con esas corbatas. Es muy posible añadió el señor Bergeret pero lo cierto es que el senor Malorey no usó otras. Tú te refieres al decano de la facultad de letras de San Omer, y ese hace más de treinta años que murió. Ya tenía él más de sesenta, Zoa, cuando yo no había cumplido aún los once. Entonces yo cometí con su corbata un atentado de audacia inaudita. Me parece recordar esa travesura tuya, que no tuvo por cierto ninguna gracia. No Zoa, tú no te acuerdas de mi atentado. Si lo recordases hablarías de él de otra manera. Ya sabes que el señor Malorey tenía un gran respeto por su propia persona y que en todas las circunstancias guardaba una digna gravedad. Ya sabes que observaba rigurosamente todas las reglas de la más exquisita cortesía y usaba tan distinguidas maneras de decir que encantaba.
Un día que había convidado nuestros padres comer, presentó él mismo, por segunda vez mamá un plato de alcachofas y la dijo: otro petit cul, señora. Eso era portarse y hablar de conformidad con las mejores tradiciones del lenguaje y de la cortesía, porque los de su época no decían un y cogollo; pero la frase era anticuada y mamá tuvo que hacer grandes esfuerzos para no soltar la carcajada. No recuerdo, Zoa, cómo supimos la historia del plato de alcachofas. La supimos dijo Zoa, que ribeteaba unas cortinas blancas. porque un día papá la contó sin fijarse en que nosotros estábamos delante. Es cierto: y desde entonces tú, Zoa, no podías ver al señor Malorey sin reirte. Tú también te reías. No Zoa: yo no me he reído de eso. Lo que causa risa los demás mí me hace distinto efecto. Lo he notado muchas veces. Yo hago la comedia en forma que nadie la entiende. Yo me río y me entristezco por dentro y eso me ha dado este aire especial que hace que muchos me tengan por imbécil.
El señor Bergeret subió una escalera para colgar una vista del Vesubio, de noche, durante una erupción; cuadro la acuarela que procedía de un abuelo paterno. Pero yo no te he contado Zoa mis irreverencias con el señor Malorey.
La señorita Zoa dijo. Luciano, mientras estás en la escalera. quieres poner las barretas en las ventanas. Enseguida. Entonces vivíamos en una casita de las afueras de San Omer.
Las anillas están en la caja de los clavos.
Sí: ya las veo. una casita con un jardín, Un jardín bien bonito por cierto: estaba lleno de lilas, Sobre la pelouse había un pequeño jardinero de terracote, en el fondo un laberinto y una 1941
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