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Ya en el cielo, radiantes, Los lienzos nacarados se despliegan: Ya las brumas flotantes En las dormidas cumbres se repliegan, en los campos las gotas de rocío.
De luces titilantes, Palpitan de la brisa al inurmurio, Como constelaciones, de diamantes.
Oh, flores que en los tallos inclinadas Estais, lánguidamente: En el plácido ambiente Abrid vuestras corolas perfunadas!
Oh, músicos alados que en los nidos Esperais la Aurora: Ya están los horizontes encendidos.
Entonad vuestros cantos, que ya es hora!
Vuestros risueños cantos cristalinos Entregad los vientos. en ondas de los aires diamantinos Que suban al Creador vuestros acentos!
Oh, bosques misteriosos y floridos Que aun dormís al arrullo De innúmeros torrentes escondidos Que os llenan con su plácido murmullo; Empezad vuestros cantos armoniosos, Quem divino torrente De rayos luminosos Desciende, de las grutas del Oriente, Por el éter desierto, Cual si brecha los ángeles abrieran del cielo entreabierto Intensas claridades desprendieran. Empezad vuestra plácida armonía, Vuestra alegre canción enamorada; De vuestra orquesta alada La música empezad; ya viene el día!
El sol despide ya sus luces rojas, las trémulas brisas.
En divino concierto con las hojas, La música desgranan de sus risas.
Por la vasta extensión iluminada.
En el día que empieza, Dios descubre la luz de su mirada. Cantad, Naturaleza!
Luis Andrés Lúðga 1955
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