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Nómadas Apareció ante el bardo cual virgen musulmava Esculpida en un bloque por dórico cincel: Su talle fuera triunfo de una diosa pagana, Habría sido gloria de Vince y Rafael.
Su torso de Afrodita y su frente circasiana Lucían la frescura del mirto y del laurel. Quién eres. dijo al vate con sus labios de grana Cual hechos con destreza por clásico pincel. Yo soy un peregrino poeta gemebundo.
Un nómada sin tienda, perdido por el mundo, Que canta sus protestas en raro diapasón. entonces dijo el bada: Me llamo la Quimera, Iré siempre a tu lado de amiga y compañera, Oyendo el grito adusto de tu viril canción.
Lisimaco Chavarria Para las damas.
El peinado ¿Gustar y seducir! He aquí el eterno ideal de las mujeres. ¿por qué no confesar que nosotros nos gusta y nos seduce la elegancia? Bien lo saben ellas, que la mujer muy bien vestida, con todas las reglas de la estética de la moda, con las últimas excentridades del triunfante París, que bajo sus vaporosos vestidos muestre flexibilidad de sus curvas, un andar voluptuoso, una hermosa armonía de líneas, desde la divina cabecita, inclinada, hasta el coro estrecho del zapato, y que sepa arrastrar amplias faldas, recogerlas entre sus manitas enguantadas, con gracia y basta con intención, es, para el hombre, el objeto más atrayente, más artístico y más enloquecedor de la tierra, La creadora, la reina de ese país de innovaciones y caprichos, es la mujer y parisiense; ella se viste con los tonos más suaves, camina con la seducción más atrayente, y peinase con la simplicidad y el arte más hermoso, más decorativo. Es curioso cómo toman los cabellos, entre sus dedos de marfil, satinados por pastas exóticas y con movimientos rítmicos de prestidigitador los retuercen, los envuelven, les dan giros variados y los prenden artísticamente, Antiguamente usaban las formas griegas y romanas, que llamaban el peinado recortado lo Tito, en los tiempos del consulado, aquellas pesadas pelucas empolvadas, que hacían octogenaria a la joven más fresca; en el primer imperio de los cabellos a la Ninón; de bucles, con flecos, como hilos de perlas; en 1830, durante la restauración, los delicados palmitos, que eran menos levantados y retorcidos, formando capullos, que se escondían bajo la copa de los sombreros y los rizos sobre la frente; la Josefina, cuando vino la época 1962

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