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romántica, el moño bajo, lánguidamente, y terminada en rizos, en bucles colgantes, y fué la corte quien llevaba este artístico peinado con más simplicidad y buen gusto.
Luego vinieron las redecillas del segundo imperio, que hacían las cabezas pesadas, sin variedad y sin transparencia, los cabellos falsos y esos horribles risos ingleses, con ese peinado, poco voluminoso, tirante, de la época de Carlos I, que dejaba completamente a descubierto el grácil cuello.
El peinado ha seguido siempre el estilo de los sombreros; y es así que un peinado, clegante, con un sombrero feo, es tan horrible como un sombrero elegante con un peinado inartístico, Extraña aquella revolución de últimos tiempos, que cambió el color de los más hermosos cabellos; el color tigre, el leonado, hasta un tono azulado, hizo de las cabezas delicadas de las parisienses, figuras del impresionismo más extravagante. Pero volvamos al peinado que hoy se lleva. La moda de 1830 de la restauración, ha sido la última idea; el moño bien levantado, retorcido suavemente, el cuello bien descubierto, y los costados ondulosos y cayendo un poco sobre las orejas.
Para las mujeres de perfil fino, los cabellos se llevan la Boticelli, esos bandos que parten de una raya en medio de la cabeza y que se abren como dos cortinas, ocultando enteramente las orejas, idealizan el rostro, imprimiendole un aire de delicioso misticismo. Tales son las figuras de los lienzos de Bunes Jones y de Dant Gabriel Rossetti.
De Amicis Hay una cosa que me hace extremecer: mi hijo.
Algunas veces, mirándole, me figuro los muchos millares de niños de su edad nacidos en el mismo día, y que en este instante son, como él, inocentes y cariñosos; me los figuro en sus cunas, entre los brazos de sus madres, cubiertos de besos y llamados con los más dulces nombres de la lengua humana; veo en el corazón de sus padres la misma esperanza, el sismo presentimiento de que serán honrados y felices, mejor dicho, la misma seguridad mía, y no de otro modo alimentada que como yo alimento la mia al mirar mi hijo y pienso que, sin embargo, de toda esa legión de angelitos saldrán ladrones, falsarios, asesinos, parricidas, que arrojarán la desesperación y la deshonra sobre sus familias. Cuando este pensamiento se fija en mi cabeza tengo que hacer gran esfuerzo para librarme de él Esta mañana tomé mi niño sobre las rodillas, y le pregunte. Niño. serás tú asesino?
1963

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