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barbado, ha dado muerte del modo más cruel y bárbaro una joven de diez y ocho años. Los detalles de tan trágico suceso no necesito leerlos en las crónicas dichas, con sólo cerrar los ojos, veo reproducirse, como por medio de un cinematógrafo, toda la escena, es decir, recuerdo.
La joven está sentada en su cuarto que da la calle y lee en un libro.
Son las ocho de la noche. El individuo que forma mi segunda personalidad avanza por la calle: llega a la ventana del cuarto, toca en los vidrios.
Ella abre y oigo su voz que me suena familiar, lo mismo que facciones que no me son desconocidas. El la increpa, está celoso; ella se excusa y trata de convencerlo de que no existe motivo para su enojo. De pronto saca él un revólver y dispara sobre ella que cae dentro de su cuarto.
El huye, un policial le sigue y después de darle por dos veces la voz de: jalto! hace fuego sobre él. El fugitivo huye más rápidamente y desaparece entre por serie de callejuelas oscuras y poco concurridas; pero yo puedo seguirle aún con la imaginación: llega mi casa, abre la puerta y se lanza dentro de mi cuarto. Poco a poco sus facciones se hacen más y más horrorosas, sus cabellos se oscurecen, su barba desaparece casi y sólo queda el bigotillo negro y los ojos azules, mis mismos ojos. El cuerpo parece encorvarse un poco y adelgaza bastante. En este momento pierdo la conciencia.
Diciembre 23. No hay duda yo soy el asesino de esa pobre señorita.
Fui a conocerla después de muerta, porque en mi estado normal no la conocía.
Sin embargo, la vista del cuerpo yerto inánime, tendido en su blanco lecho me hizo estremecerme visiblemente.
Nada, mañana me voy lejos, muy lejos, donde nadie se acuerde de mí.
Soy un sér maldito. Un asesino! Y, sin embargo, Dios mío, tú sabes que soy inocente: Diego se había ido Benares, la India, donde vivió larguísimos años en una comunidad de mahatmas. Cuando se decidió volver, traía una misión sagrada que cumplir y me causó asombro verlo, porque ahora, tenía la apariencia de su segundo estado: es decir, era rubio, alto, grueso y barbado; por eso no le conocí hasta que me explicó lo que dejo escrito.
Ya murió, y pued sin que nada me lo impida dar publicidad a este caso talvez único. Existen seres que viven dos vidas separadas, distintas, opuestas? Sí, y la ciencia médica ha dado a conocer ya algunos. Cómo se produce el fenómeno. Muchos lo saben en Oriente; aquí muy pocos.
Yo he visto y conocido al amigo quien me refiero y algún día publicaré el por qué de dos existencias opuestas: una dedicada al bien y la otra al mal.
León Fernández Guardia Oct. 1906.
1971
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