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Atomo Para Páginas Ilustradas Imagino que ya os he dicho la parte primera de tan extraña historia, y prosigo. Pues bien, yo estaba solo en mi cuarto; leía con afán verdadero, un gran volumen filosófico, sostenido por mis rodillas; frente mi, sobre la mesa, descansaba la vela, ya moribunda, y en el fondo, alguien puso un espejo de.
no recuerdo las dimensiones. Era grande y era espejo; eso me basta: es el eje de la historia que os cuento.
Los rayos luminosos que la trémula vela despedia, chocaban con aquel manchado cristal y herian, al reflejarse, mi cansada retina Me abstraje. Fué tan lejos mi pensamiento, que no pude seguirle; se metió por una selva de intrincadas ideas, pesimistas todas ellas, esto lo recuerdo muy bien; no era, por cierto, el placer, lo que se respiraba en aquel extraño bosque. Yo le deje y tras el se fué todo lo que me permito llamar mi espiritu.
II Mi cuerpo no estaba dormido. Había levantado su cabeza, y clavó las pupilas en el sucio cristal azogado. Entonces, habían trascurrido varios minutos, regresó mi espíritu de su fantástica excursión, con el capricho de negarse entrar de nue yo en mi cuerpo. Se fué al espejo; vió en él la imagen de mi carnal envoltura, y sintió que una fuerte afinidad entre él y ella, les atrata mutuamente. Sin vacilar, penetraron el uno en la otra. y yo me sentí cubierto por la fría masa de cristal.
III Exclamé para mí; Por fin, oh dioses de todas las religiones del mundo, por fin he llegado a conocerme. Comprendo lo miserable que soy. Entre tanto, mi cuerpo estaba frente al espejo, frente mi, con las pupilas, abrillantadas por la semi luz de la vela que moria, clavadas como garfios en mi, en el cristal del espejo.
Yo continuaba pensando: valgo nada, soy nada: una miserable abstracción. Vivo dentro de un espejo, y mi cuerpo se sorprende. IV Mi exitación llegó tal punto, que cai sobre mí, quiero decir, yo, el del espejo, me abalancé sobre mi otro yo, el de la silla, y apagué, al caer, la vela; ésta, en el momento de morir, quemó uno de los dedos mi mano derecha de carne, la cual sintió un intenso dolor, apenas percibido por mí, desde el cristal del espejo, que se hizo mil pedazos al chocar con la cabeza de mi cuerpo.
Hubo una sensación general bastante desagradable, que tuvo como efecto, romper aquel extraño divorcio de mis dos componentes. Ellos contrataron asi la paz: perdonábanse mutuamente: el uno, haber abandonado al otro, cuando más lo necesitaba, cuando la vela se moría, y el otro, haber ultimado ésta, y roto el espejo, cuando sintió que dentro de sí no estaba su compañero.
Surique fline Sabordo 20 XI 06 1994
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