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pero, Padre, contempladlos, están vivos. Como al inuerto de Betania, devolvédmele el aliento, por piedad, oh Padre mío! la luna, con un símbolo, levantóse tras las frondas de los árboles altísimos, de los árboles que manera de gigantes pensativos, proyectaban sus siluetas de contornos peregrinos.
y poblóse de fulgores y de estrellas y de sombras lo infinito.
Las inontañas repetían lo lejos los aullidos.
los aullidos prolongados. dolorosos.
de dos perros que velaban junto al fúnebre bohío; ide aquella alma inconsolable los dos únicos amigos!
Por las grietas de añoso cobertizo de la choza de la madre del niñito, los fulgores de la luna, manera de topacios diluídos, penetraron y cayeron sobre el rostro, ya marchito, sobre el rostro de aquel niño, y al besar aquellos labios, silenciosos y sombríos, les dejaron el encanto de su brillo simulando una sonrisa.
pero el niño trasminado por el frío de la muerte, como un mármol, continuaba dormidito.
2015
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