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res de su futura caída y de la formación de nuevo gobierno que supliese la incapacidad del monarca.
En silencio. y contestando con ligera sonrisa media inclinación de cabeza los ceremoniosos saludos y reverencias que le eran dirigidos, atravesó la soberana por entre la apiñada concurrencia que se abría su paso en dos filas, basta llegar a la puerta que comunicaba el salón con la antecámara y la cámara donde Felipe soportaba las miserias de su Ral estado.
Una vez allí, buscó la reina con la vista entre los grupos, hasta encontrar a la persona que espera ba y que se acercó ella lincando una rodilla en tierra. Los palaciegos examinaron con curiosidad y desconfianza aquella figura desconocida en quien sus recelos temían algún 11uero favorito. Era un mozo, cuidadosamente afeitado. de rosadas inėjillas y aspecto tan agradable que desde el primer moinento atraía las simpatías de cuantos le contempla ban, admirando al inismo tiempo la elegancia de su traje y la riqueza de los diamantes que adornaban su chupa.
Murmuro algunas palabras incoherentes doña Isabel de Farnesio y agarrando de la mano al desconocido. penetró de repente en la ante cámara, seguida de sus hijos y cerrando la puerta de golpe tras sí.
Los palaciegos se disponían dar libre curso sus lenguas, cuaddo de la liabitación contigua oréronse los acordados con pases de una música tari dulce como nunca hasta entonces se escuchara y al poco rato elevuse por los aires la voz única. incomparable del primer soprano del mundo, voz que alcanzaba siete y hasta ocho tonos distintos y en que estaba reconcentrado cuanto de perfecto conocía la ciencia inusical de entonces, El efecto de aquella acción en los cortesanos fué tan poderoso que disimulando etignetas, se atrevió alguno entreabrir la puerta de la antecámara y desde allí pudieron contemplar uno de los espectáculos inas inesperados en su época. Cantaba el artista. suspirando una ro.
inanza de Hasse y olvidado ya del sitio en que se encontraba, vertía los tesoros de su talento sin ocuparse de la ansiosa actitud de la reina, fija en la puerta de la alcoba de Felipe V, ni de las lágrimas de las infantitas con movidas por la música. Al poco rato, moviéronse lentamente las hojas de madera que ocultaban desde hacía tanto tiempo la persona del Rey, y en medio del marco obscuro que dejaron al separarse, apareció la figura del nieto de Luis XIV. causando un murmullo de respeto y de conmiseración entre todos los concurrentes.
Su rostro correcto, que en la adolescencia debió ser bellísimo.
apenas si se adivinaba tras las espesas barbas y las desordenadas greñas que le cubrían casi por completo.
Encima de la cabellera natural, aparecía colocada una peluca blanca que aumentaba el conjunto medroso del semblante. Los pies salian entre los destrozados zapatos de tacón rojo que no podían contener las uñas exageradamente crecidas del monarca. Componíase el vestido de éste de una riquísima casaca, completamente destrozada, de la que pendían jirones revueltos con encajes y bordados de oro; casaca que al entreabrirse permitía descubrir una cami maltratada, y ocultando apenas la desnudez Detenido un momento en el umbral mirada vaga a su alrededor, levantó los ojos la bios un nuevo gerido hondo, infinitament compendiasen todos los desengaños de una las manos rompió a llorar desconsoladament producida en su espíritu enfermo por la músic Con suave movimiento, empujó doña Isa te en dirección al monarca, y, cayendo a los nuo aquel su romaniza cada vez inás expresiv guiendo con el milagro de su arte encender Felipe la luz de la razón por tanto tiempo soprano Lubo terminado, la figura del Rey era ruinas y decadencia, despertábase na alma y dulcemente imperiosa, interrogó Felipe Valp. Cómo te llamas. Carlos Broschi, señor, contestó el ar del arte ine conocen más con el nombre de a Pues bien. Farinelli. desde hoy que no de los públicos del mundo quienes las en liosa rom. polverá a aplaudirte, y en cambio di disipando mi melancolía. pídeme lo que quiera bra real de complacerte. Señor. repuso Farinelli, inclinánd.
inayor favor que puede concederme vuestra sus súbditos, es dignarse abandonar el lec que es la principal de España, y concurrir al que interesan tantos millares de personas.
Sea como pides murmuró el monia mano. que Dios te premie en el cielo la no te premiaré en la tierra la bondad de tus prop Tal fué la primera entrevista de eli principio de la privanza de éste último, priva y en que nunca desmintió la honradez de su ca Efectivamente, oírle siempre fué el des solo, sin que el público de Madrid le escucha mente sucedió, sin que ni siquiera los principe los conciertos del artista, concurriendo éste en particular, por especial faror, para aplaud o cinco piezas que cantara la primera noche buen efecto produjeron, gracias a la estratage Farnesio. esta anécdota es lillo de los mucios Granja, donde los jóvenes reyes de España liar jardines y los salones de Felipe con la sonri Alfonso 2100

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