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al entreabrirse permitía descubrir una camisa de mujer, igualmente maltratada, y ocultando apenas la desnudez del cuerpo.
Detenido un momento en el umbral de la cániara, dirigió una mirada vaga a su alrededor. Terantó los ojos al cielo: escapóse de sus labios un nuevo gemido hondo. infinitamente triste. como si en el se compendiasen todos los desengaños de una vida fracasada, y alzando las manos rompió a llorar desconsoladamente, víctima de la emoción producida en su espíritu enfermo por la música del artista.
Con suave movimiento, empujó doña Isabel de Farnesio al cantante en dirección al monarca, cayendo los pies de su majestad, continuo aquel su romanza cada vez más expresiva, más insinuante, consiguiendo con el milagro de su arte encender de nuevo en la mirada de Felipe la luz de la razón por tanto tiempo desaparecida. Cuando el soprano bubo terminado. la figura del Rey era otra. De aquel montón de ruinas y decadencia, despertábase una alma y con soberano gesto y voz dulcemente imperiosa, interrogó Felipe al personaje arrodillado. Cómo te llamas. Carlos Broschi, señor. contestó el artista pero en el mundo del arte me conocen más con el nombre de arinelli. Pues bien. Farinelli. desde hoy quedas mi servicio. Ning 11no de los públicos del mundo a quienes has enloquecido con tu maravillosa coz. volverá a aplaudirte, y en cambio del milagro que las liecho.
disipando mi melancolía. pídeme lo que quieras, que yo te doy mi palabra real de complacerte. Señor. repuso Farinelli, inclinándose respetuosamente el mayor fasor que puede concederme vuestra Majestad, así como todos sus súbditos, es dignarse a abandonar el lechio, cuidando su persona, que es la principal de España. y concurrir al despaclio de los negocios que interesan tantos millares de personas. Sea como pides. murnuró el monarca extendiendo su real mano. que Dios te premie en el cielo la nobleza de tus palabras: yo te premiaré en la tierra la bondad de tus propósitos.
Tal fué la primera entrevista de Felipe y Farinelli, y tal el principio de la privanza de éste último, privanza que duró tantos años sen que nunca desminti la honradez de su carácter.
Efectivamente, oírle siempre fué el deseo de Felipe V; pero oírle solo, sin que el público de Madrid le escuchara nunca. como efectivamente sucedió, sin que ni siquiera los príncipes de Asturias asistieran los conciertos del artista, concurriendo éste al cuarto de sus altezas en particular, por especial favor. para aplaudirle en las inisinas cuatro o cinco piezas que cantara la primera noche de San Ildefonso y que tan buen efecto produjeron, gracias a la estratagema de la sagaz Isabel de Faruesio. esta anécdota es uno de los inuchos recuerdos históricos de la Granja, donde los jóvenes reyes de España lan iluminado estos días los jardines y los salones de Felipe con la sonrisa de su amor.
Alfonso Dauvila 2107
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