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El modorro Por JOAQUIN DICENTA sus tehas ra!
leclos 7105 por Den bia adiava.
tor.
déc fico. asta ará, tico, evant que esto e los obreEn men, mero no y a, esaqui, mar Penetre en la casa inclinando un poco la cabeza para trasponer el desmedrado obral. El sol penetrala als de contrabando: se detenia sobre las primeras baldosas, convirtiéndolas en zárabes azulejos, y luego, como si le sestaran la humedad y 14 pobreza del recinto, deshaciase en polvo de oro y volvía a la calle, tejiendo, dsde las baldosas la puerta, una gasa de auémicos matices azules.
Más adentro a pesas si llegaba la luz. Li vidriera versiosa de un ventanillo en trecruzado por anchas lineas de hoja de lata, mejor era estorbo que paso de la clati.
nad. Con la puerta veurria lo mismo. La sala si abocetana confusamente entse me Tancolicas sombras que permitan entrever paredes desnudas, afeitadas con yesi. Chamu o cinco sulas, una mesa y el arranque del techo, envigado con maderones celor de chocolate. El fondo resultaba francamente invisible. Adivinábanse en el muros negros fultus de relieve y de limite, Era algo así como un abisius que, en lugar de abrirse ante los pies se abria attre los jos.
En una de las sillas estaba sentada una mujer. Parocia contar cincuenta anos: itus tarde sabe que tenie treinta. Por su cutis, repujado de costurunes, extendiatise las blancuras mate de la escrófula; sobre su pelo, de un subio mal, brillaban las casas como limaduras de plumo: su been servía de reducir na guerrilla de cereados dien: tes: encima de su cuerpos Teia un instillu y pingajeaba usa falda Alvernos se levanto para cogerá un cinquillo, que se revolcaba sobre las baldosas soleadas, remedando un amor de Robens. corpião se abrió ofreciendo salida a peete rugoso, donde el nino hizo presa, mientras la madre Traba: in 15. Attora mesmo vendrá En las impenetrables tinieblas del fondo escuchose un ruido, semejante alite producen los grandes repriles cuando se arrastran por las rocas. El ruido la acompanado con jadens de bestia herida. Aquello, fuera lo que fuera, avanzaba hacia nusotros entre la oscuridad. Al llegar aquello donde esta comenzaba a transparentarse, distinguimos una masa negra que buccaba entre las sombras. La masa ambulanto se contornco poco después, dibujando una cabeza livida, agarrada a un cuello muy largo, un corpachon que producia deslizarse contra el suelo restregones lijosos y cuatro Temos encogidos que oscilaban torpisimamente para caminar. Envuelto y mal acasario por las sombras, parecia un sapo gigantesco. Al fin salió de ellas; el sol le cedulo des.
caradamente. Era un hombre.
Miserable imagen la que nos miraba con sus ojos sin builo y nos sonreia con su boca sin dientes! La carne, Tebujada en un chaquetónyos pantalones, no debia ser carne, sina a gelatina de hombre. Tan continuo, ian acentuado, 1an oscilante era su temblor, que no podía tener musculos que la afianzarau, ni huesos que la fortalecieran, ni médula que la sitrjeta de pantal. Pasta, tecla con linfa y sangre y filanentos nerviosos machacados, era indudablemente aquel tronco Informe y convulso; como eran, no extremidades humanas, manojos de fibras retorcidas, sujetas las unas a las utras por insegura trabazón, los temos que se apoyaban en la tierra con bailoteo trágico: como era descoyuntado maniqui la cabeza de greñas flotantes y horrible ges.
sculación que trazha semicirculus sobre el cuello papilloso acorazado con escasas rojizas.
Nunca vi criatura racional a esta cozaparable, imagen humana tan siniestra. Si Jos desarticulados (ue entserienen en el circa a los públicos establecerían con ella pugilato. Ellos borrorizan, espantan, producen escalofrios de asco y dolur a) realizar su frena barbara y volverse reptiles biombres. Pero cuando su faena termina, el reptil desaparece, ci bombre torte a ser amo de sus músculos y, apoyándose en sus pustales óseos, yergue victoriosamente la médula y saluda al piiblica, que aplaude con entusiasmo, mas que sa labor, sul reingreso en la humanidad.
El otro no, el otro no puede mandar sus músculos como dueño, ni afianzarse a piacer en los punteles de sus ruesos, ni erguir voluntariamente su médula. Está condenado arrustrarse contra la tierra, hasta que la tierra se ctitreabra coinpasivamente para ofrecerle sepultura. Es tombre repta de por vida. si este hombre reptil futera producto de 11 error cometido por la Naturalesa en su taller de criaturas, aun podria mirársele con la angusta que produce el sufrir del prójimo, pero con la resignación que acompaña lo inevitable. El espectáculo ofrecldo por el nombre reptil que se arrastraba frente a mis ojos, si producía angustia, no producía resignación; producia indignada cólera, porque su desdicha pudo tener remedio; porque aquel hombre Bo era un error sufrido por la Naturaleza en su taller de criaturas, era un crimen cometido por la sociedad en su inquisición de ciudadanos, 2785 ormas maba lectutador; figuviar de pensabrillar mpuly se te, y e apaSainta cuer ngel en is apto.
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