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corrían sentarlas y salían afuera fumar, tomar el fresco por los corredores á murmurareil corrillos. Las niñas se quedaban conversando en la sala.
Las piezas se sucedieron con intervalos muy cortos, pues los jóvenes a premiaban a los músicos para que tocaran más presto. Lo mismo sucedía cuando una pieza era corta: insistían para que se alargara inás y más.
Cuando se trató de llevar a las niñas un corredor cercano para que tomaran un refresco de kola una copa de rompope. un jo eni 110 muy alto, bien vestido de figura vulgar, se acercó hacia mí y me propuso que lo acompañara. Accedí. Conocía mucho al joven por referencias y aun personalmente. Nunca me liabía interesado lo nás mídimo, ni yo él, por lo visto. Aquella ocasión era una de las raras en que conversaba con él. Entonces me habló mucho. vaguedades la mayor parte, y por lo que observé hacía lo mismo con todas. Parecía tras familiarizado con varias. porque al pasar les tocaba el pelo, les deshacía los lazos, y les da ba bromas muy íntimas. mí me atendió con especial fineza. Por algunos de sus modales se veía la distinción de sil origen, aunque por ciertos rasgos demostraba la insolencia de ciertos jóvenes de sociedad que creen tener derecho de permitirselo todo con las niñas. algunas de éstas las veía con el más presuntuoso desdén y ha bérselo permitido yo. habría murmurado de más de una. In general todas las señoritas lo atendian bastante, a pesar de que por uuchos de sus antecedentes 110 era digno de aquello. Por mi parte, lo miraba con una altivez indiferente.
Cuando quiso que bailara con él le dije. Xo puedo. Ya estoy muy cansada. He bailado tanto y tan seguido!
Insistió en que bailaramos y accedí, aunque de mala gaua. bailó bien conmigo, pero muy poco. porque en el modo como queria enlazarme había tanta perfidia. que yo con el brazo lo repelí suavemente una y otra vez: pero él insistió en que bailaramos más jnutos y yo no acepté. Por fin, muy contrariada, le dije. Hágame el fa vor de sentarme. No quiero bailar más con Ud. porque se permite algunas confianzas intolerables.
No me respondió una palabra. Esta ha encendido de vergüenza.
Casi lo arrastré lista afuera y turbado, concluyó por decir. Está bien. Si Ud. lo quiere, varnos sentarnos en una banquilla del corredor. Si. eso quiero. le respondí secamente. nos sentamos. En otras banquillas conversaban intimamente parejas de novios, con las cabezas muy juntas y en una postura de abandono y de placer.
Quién era mi coinpañero? Mucho sabía de él, repito. Sabia que era un estudiante que arrastraba una vida moral desastrosa, mujeriego y trasnochador, que había bebido y jugado más de una vez. Para ciertas madres era un tipo temible y su reputación de seductor con éxito estaba ya consagrada por varios antecedentes.
Esta reputación de seductor era su principal encanto para muchas amigas tontas y sensuales. Algunas sentían por él aprecio y grande, y hasta les gustaba que así fuese. libertino jugador, porque así llevaría más tarde al matrimonio una experiencia tranquila y no liaría como tan2797
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